jueves, 24 de abril de 2014

LA AVENTURA DE MÉRIDA III

Publicamos las últimas escenas de la obra La aventura de Mérida, en las que se recogen los sucesos que ocurrieron a Don Quijote y Sancho Panza bajos los arcos del Acueducto de Rabo de Buey y en el Teatro Romano.




ESCENA V.- DURANTE LA CUAL SANCHO RECORRE LA CIUDAD BUSCANDO A SU RUCIO Y VE COMO SU AMO ES ASALTADO POR DOS SOLDADOS DE LAS GUERRAS CON PORTUGAL QUE BUSCAN ALOJAMIENTO Y PROVISIONES.

Bajo uno de los arcos del Acueducto de Rabo de Buey (que aparecerá en la pantalla) se recuesta Sancho Panza que acaba de llegar sin resuello.

SANCHO.- (Toma aire y mira a lo alto del Acueducto) Busco agua para mi sofoco...(Señala) Y el agua va por lo alto...¿Dónde se vio que el agua volara? ¿Y qué gigante romano bebía de este sitio con sólo estirar su gañote?  ¡Maldita suerte! Y luego...el burro que no está... ¿Dónde estás viejo amigo Rucio, compañero? Que por toda esta ciudad te busco y no te encuentro. ¿Acaso alguna borriquilla de Mérida te ha hecho olvidar mis cuidados y mis palos? ¡Váyate mal si así fuera, asno ingrato! Que ando sin aire y sin fuerzas de las vueltas que he dado a esta ciudad...¡Y es grande, vive Dios!  (La pantalla seguirá los pasos que cuenta Sancho proyectando imágenes de los lugares que enumera) Amaneció y salí a buscarte por...(Se hace un lío con los puntos cardinales)...el Oriente, ¡eso es! que es de donde llega el Sol...saliendo por la puerta que llaman de Santa Eulalia...¡y nada! Que por mucha yerba fresca que allí se da, no estabas, Rucio amigo...Subime sobre los cimientos romanos de las torres de Rapapelo y del Espolón...y tampoco te divisé...Y siguiendo los muros, me llegué hasta la heredad de Don Bernabé Moreno de Vargas que con su caridad nos acoge...y de allí hasta el convento de los Dominicos...¡y tampoco estabas! Marché hacia el...(Otro lío con los puntos cardinales)...Occidente...por la puerta del Chorrillo...y volvime a subir a otra torre grande que llaman de la Cava...¡y nada del burro!...Y bajando desde el Rastro hacia el Puente...¡zas!...¡la Posadera que me ve y que sale a escape detrás de mí! ¡Y yo, corriendo entre los Mesones que voy a parar a Tenerías con la Marimeneo detrás! Hasta que me metí en el corral del Concejo...¿Y qué vi? ¡Burros, mulas, caballos y acémilas de carga! Y entre aquellas bestias me hice como una de ellas y la Posadera no me logró ver de lo bien que hice el bestia...Pero ni entre las bestias estabas, Rucio. Tomé aires y decidí torcer hacia...(Otro lío con los puntos cardinales)...el norte de la ciudad cruzando las puertas de la Trinidad y Santiago...¡y nada de nada!...Entonces decidí subirme a las peñas y torres de Don Rodrigo de Cárdenas pero no vi nada, me resbalé, caí rodando hasta los cimientos antiguos del muro de los moros...Y aquí me vine...Y aquí estoy...


DON QUIJOTE.- (Llegando) Y ahí estás, holgando y ocioso, Sancho vago, que ando buscándote toda la mañana para que veas las maravillas que el Conde la Roca guarda...Inscripcio nes, lucernas...urnas...capiteles y bustos de dioses y patricios...Todo anunciando la gloria y esplendor de esta ciudad, Sancho, en la que no cabe ignorancia alguna como la tuya...

SANCHO.-Velo por mi Rucio, mi señor...que no es de piedras...

DON QUIJOTE.- ¡Y deberías velar por mi Rocinante también, que es ocupación de escudero! Y no estar a la sombra de este altivo acueducto...

SANCHO.- (Toma carrerilla para seguir la busca) Pues a eso sigo, mi señor Don Quijote, que tantas o más leguas me faltan y hasta he de llegar a Proserpina o Cornalvo, que mi Rucio es animal de gustos exquisitos...

DON QUIJOTE.- Pues anda, Sancho, anda...

Sancho sale corriendo y Don Quijote aprovecha para examinar el acueducto de Los Milagros...


DON QUIJOTE.- ¡Oh altivez de arquitectura en la que Roma nos enseñó su grandeza! ¿Cómo consigues mantener tu gallardía ante el paso de los tiempos y de las manos irrespetuosas de los hombres?

Se escucha un gemido seguido por largos suspiros y llantos. Una mujer, viuda por el luto que viste, se acerca hasta Don Quijote.

DON QUIJOTE.- (A la Viuda) ¿Qué os aflige, buena mujer en esta ciudad hecha para el solaz, el disfrute y la alegría de aquellos soldados romanos eméritos...?

VIUDA.- (Torna sus lamentos en rabia) ¿Soldados decís? ¿De soldados habláis? (Se fija en la armadura y armas de Don Quijote) ¡Claro, sois soldado!

DON QUIJOTE.- (Puntualiza) ¡Caballero! Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir.

VIUDA.- (Le tira una piedra) ¡A otra con esas patrañas! Soldado eres como esos que me roban mi pan y mi lecho...

DON QUIJOTE.- ¡Jamás robé a una anciana!

VIUDA.- (Puntualiza) Viuda...Soy una dueña viuda y sola... Con un hijo falto, una hija perdida y un perro lleno de pulgas... Pero vivía bien hasta que llegaron esos soldados...

DON QUIJOTE.- ¿De qué soldados me habláis?

VIUDA.- ¿De cuáles iba a hablaros? ¡De los malditos soldados que están en campaña contra Portugal!

DON QUIJOTE.- Decidme dónde están esos malandrines...

VIUDA.- En mi casa. Llegaron y tomaron posesión de mi casa, de mis pertenencias, de mi perro y de sus pulgas, en nombre del Rey nuestro señor... Y me echaron a la calle... (Llora escandalosamente)

DON QUIJOTE.- ¡Voto a tal ! Que acabaré uno a uno con esos soldados que avasallan a viudas solas...

VIUDA.- No podéis.

DON QUIJOTE.- ¡Jamás se oyó decir que Don Quijote de La Mancha no pudiera!

Se acercan dos soldados del Rey que están en Mérida para la campaña contra Portugal. Don Quijote los ve y se cala su celada, desenvaina su espada y adopta una actitud de desafío. Señala a la Viuda.

DON QUIJOTE.- (A los soldados) ¡Cobardes! ¡Villanos! ¿No os avergüenza abusar de esta pobre viuda?

SOLDADO I.- ¿Es a nosotros?

DON QUIJOTE.- A vosotros es. Por haber atropellado a una mujer indefensa. ¿Qué clase de tropas usa ahora nuestro Rey?


SOLDADO II.- Cuida tu boca, viejo loco...

DON QUIJOTE.- Mi boca se abre para lavar una afrenta y mi mano sostiene la espada que limpiará tal mancha...¡Aquí os reta el Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir! ¡Luchad si sois hombres!

SOLDADO I.- Mire, señor...Nosotros estamos paseando, descansando antes de que empiece esta guerra con Portugal...No queremos pendencias.

DON QUIJOTE.- ¿Entonces por qué las tenéis con gentes indefensas?

SOLDADO II.- ¿Pero qué demonios cree que le hemos hecho a esa señora? Si no la conocemos de nada...

VIUDA.- Yo tampoco los conozco...la verdad...

DON QUIJOTE.- Hace un rato lloraba inconsolable porque le habíais quitado su casa, su lecho...y hasta su perro con pulgas y todo...

SOLDADO I.- Es orden de su Majestad que las gentes de Mérida y de los lugares donde paramos, nos acojan, den cobijo, comida, agua y lecho...So pena de multas y sentencias por no hacerlo...

DON QUIJOTE.- Es una dueña viuda, equiparable en honestidad a la dueña doña Rodríguez de los Condes de Luna.

SOLDADO II.- Nosotros no sabemos más que lo que os ha dicho mi compañero.

DON QUIJOTE.- ¿Cómo vais a derrotar al enemigo portugués si los únicos lances que conocéis son de viuda, perro y pulgas? (Se acerca a ellos con la espada amenazadora)

SOLDADO I.- (Desenvaina su espada) ¡Quieto, señor! Que sabemos luchar como soldados de España.

VIUDA.- (Aterrorizada) Calmaos...que casa tengo para un regimiento, y cama para un batallón...y perro para ladrarle a una legión...y pulgas...pulgas hay para dar y tomar...¡No os peléis que ya tenemos suficientes pendencias entre guerra y guerra!


DON QUIJOTE.- ¡Pues demostrad cómo luchan los bravos soldados del Rey de España! (Le lanza un mandoble al Soldado I que le tira al suelo. El Soldado II saca su espada y en defensa de su compañero, se lía a mamporros con Don Quijote hasta abatirlo al suelo. La Viuda ante lo que ve, sale a escape. Los dos Soldados propinan una tunda de aquí te espero al abatido Don Quijote y cuando le ven malherido, salen corriendo, en parte porque empiezan a sonar las trompetas tocando a “generala” o movilización general contra los portugueses que han empezado a lanzar su ofensiva contra Mérida.)
Llega Sancho y ve a Don Quijote en el suelo.

SANCHO.- (Asustado) ¡Mi amo! ¿Qué le ha ocurrido? Parece como si todo el ejército del portugués hubiera pasado por encima de vos...

DON QUIJOTE.- (Se duele) Sancho, hermano...que lo único que me place en este instante es que han sido soldados españoles los que así me han dejado...Eran dos y parecían un ciento...Con ellos la victoria contra Portugal está segura...

SANCHO.- (Toma a Don Quijote y le arrastra) Venid conmigo que, por fin, encontré a su Rocinante y a mi Rucio en buena compañía...y sanos como nosotros, o como yo, que vos...vais roto. Venid y salgamos de esta ciudad de Mérida que ha empezado el asedio y me temo que pronto se cerrarán sus puertas...

DON QUIJOTE.- (Saliendo) Has de saber, amigo Sancho, que si la guerra es mala, no lo es por las muestras de valor que en ella se dan sino por la destrucción y el olvido que siembra...(Mira al Acueducto) Y no merece Mérida más dolor y oscuridad de la que tiene...

SANCHO.- Vayámonos presto porque están cayendo bombas de fuego y plomo...

DON QUIJOTE.- Pero antes, acércame allí...a donde te dije que quería estar...y desde donde quiero hablarle a mi amada Dulcinea...porque desde allí todo lo que se hable tendrá el valor de lo eterno y universal...Y falto yo, amigo Sancho...falto yo...


Sancho arrastra a Don Quijote fuera de la escena. El horizonte que se divisa desde el Acueducto de Los Milagros, se tiñe de rojo y gris...


ESCENA VI.- POR LA QUE DON QUIJOTE SE DESPIDE DE MÉRIDA CON PALABRAS QUE PRONUNCIA DESDE EL CENTRO DE LA ESCENA DE SU TEATRO ROMANO.

En pantalla tendremos la impresionante escena del Teatro Romano, encendida y preparada como para una de sus más importantes representaciones. Don Quijote avanza hacia el centro de la escena con la figura que le ha hecho universal. Una vez en el centro, adoptará la pose de aquellos mitos y personajes que han hecho de este Teatro el centro de la tragedia y comedia clásicas.

DON QUIJOTE.- (Solemne y alzando sus manos al cielo) ¡Oh dioses antiguos! ¡Oh memoria de quienes aquí supisteis emocionar al mundo contando las glorias de los héroes y las tragedias de los mortales! ¡Aquí me llego, yo, Don Quijote de la Mancha! (Se arrodilla y toma arena de la escena) Y, humildemente, con la certeza de no merecerlo por mis méritos, permitidme ser otro de vuestros personajes universales. (Besa la arena) Permitid que, al igual que aquellos que gracias a vuestra acogida son inmortales, el Caballero de la Triste Figura, o, si mejor os parece, el Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir, pueda desde este lugar, y ante este auditorio, declamar sus cuitas al amor de su Dulcinea, llorar los reveses de sus derrotas, cantar las alegrías de sus éxitos, y proclamar la largueza de sus aventuras...(Se alza del suelo y contempla las columnas y los graderíos)


Y conforme a lo que aquí se desea, aceptadme como el último de los caballeros, con el aplauso si la representación os agrada, o con el silencio si no estoy a la altura de tan selecto auditorio. Pero sabed, ahora que se ciernen sobre Mérida nubes de aciagos colores...y que de la torpeza de los hombres pueden llegar años de oscuro caminar...que siempre estaréis en mi boca, que no seré mudo para proclamaros, que mi corazón podrá decir siempre y en cualquier parte que no hubo lugar más noble en historia y honor, ni gentes más ilustres en sangre y comportamientos que las que aquí conocí, amé y respeté. En Mérida...Y que no será error alguno el escribir, nombrar y señalar mi nombre como el de Don Quijote de Mérida...


(Hace un ademán a Sancho) Vamos, Sancho, que el horizonte se tiñe de rojo y queda tan sólo una puerta de la ciudad por cerrar...

SANCHO.- (Mira asombrado la grandiosidad del Teatro) Mi señor, esperad aún...Siento cómo desde esas gradas de piedra alguien empieza a aplaudir...

Se detendrán para recoger ese aplauso.

FIN.

1 comentario:

  1. Muy bueno, algún día me gustaría ver la representación, debe ser Genial..... A. Casado

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