Publicamos las últimas escenas de la obra La aventura de Mérida, en las que se recogen los sucesos que ocurrieron a Don Quijote y Sancho Panza bajos los arcos del Acueducto de Rabo de Buey y en el Teatro Romano.
ESCENA V.- DURANTE LA CUAL SANCHO RECORRE LA CIUDAD BUSCANDO
A SU RUCIO Y VE COMO SU AMO ES ASALTADO POR DOS SOLDADOS DE LAS GUERRAS CON
PORTUGAL QUE BUSCAN ALOJAMIENTO Y PROVISIONES.
Bajo uno de los
arcos del Acueducto de Rabo de Buey (que aparecerá en la pantalla) se recuesta
Sancho Panza que acaba de llegar sin resuello.
SANCHO.- (Toma
aire y mira a lo alto del Acueducto) Busco agua para mi sofoco...(Señala)
Y el agua va por lo alto...¿Dónde se vio que el agua volara? ¿Y qué gigante
romano bebía de este sitio con sólo estirar su gañote? ¡Maldita suerte! Y luego...el burro que no
está... ¿Dónde estás viejo amigo Rucio, compañero? Que por toda esta ciudad te
busco y no te encuentro. ¿Acaso alguna borriquilla de Mérida te ha hecho
olvidar mis cuidados y mis palos? ¡Váyate mal si así fuera, asno ingrato! Que
ando sin aire y sin fuerzas de las vueltas que he dado a esta ciudad...¡Y es
grande, vive Dios! (La pantalla
seguirá los pasos que cuenta Sancho proyectando imágenes de los lugares que
enumera) Amaneció y salí a buscarte por...(Se hace un lío con los puntos
cardinales)...el Oriente, ¡eso es! que es de donde llega el Sol...saliendo
por la puerta que llaman de Santa Eulalia...¡y nada! Que por mucha yerba fresca
que allí se da, no estabas, Rucio amigo...Subime sobre los cimientos romanos de
las torres de Rapapelo y del Espolón...y tampoco te divisé...Y siguiendo los
muros, me llegué hasta la heredad de Don Bernabé Moreno de Vargas que con su
caridad nos acoge...y de allí hasta el convento de los Dominicos...¡y tampoco
estabas! Marché hacia el...(Otro lío con los puntos cardinales)...Occidente...por
la puerta del Chorrillo...y volvime a subir a otra torre grande que llaman de
la Cava...¡y nada del burro!...Y bajando desde el Rastro hacia el
Puente...¡zas!...¡la Posadera que me ve y que sale a escape detrás de mí! ¡Y
yo, corriendo entre los Mesones que voy a parar a Tenerías con la Marimeneo
detrás! Hasta que me metí en el corral del Concejo...¿Y qué vi? ¡Burros, mulas,
caballos y acémilas de carga! Y entre aquellas bestias me hice como una de
ellas y la Posadera no me logró ver de lo bien que hice el bestia...Pero ni
entre las bestias estabas, Rucio. Tomé aires y decidí torcer hacia...(Otro
lío con los puntos cardinales)...el norte de la ciudad cruzando las puertas
de la Trinidad y Santiago...¡y nada de nada!...Entonces decidí subirme a las
peñas y torres de Don Rodrigo de Cárdenas pero no vi nada, me resbalé, caí
rodando hasta los cimientos antiguos del muro de los moros...Y aquí me vine...Y
aquí estoy...
DON QUIJOTE.- (Llegando)
Y ahí estás, holgando y ocioso, Sancho vago, que ando buscándote toda la mañana
para que veas las maravillas que el Conde la Roca guarda...Inscripcio nes,
lucernas...urnas...capiteles y bustos de dioses y patricios...Todo anunciando
la gloria y esplendor de esta ciudad, Sancho, en la que no cabe ignorancia
alguna como la tuya...
SANCHO.-Velo por
mi Rucio, mi señor...que no es de piedras...
DON QUIJOTE.- ¡Y
deberías velar por mi Rocinante también, que es ocupación de escudero! Y no
estar a la sombra de este altivo acueducto...
SANCHO.- (Toma
carrerilla para seguir la busca) Pues a eso sigo, mi señor Don Quijote, que
tantas o más leguas me faltan y hasta he de llegar a Proserpina o Cornalvo, que
mi Rucio es animal de gustos exquisitos...
DON QUIJOTE.- Pues
anda, Sancho, anda...
Sancho sale
corriendo y Don Quijote aprovecha para examinar el acueducto de Los Milagros...
DON QUIJOTE.- ¡Oh
altivez de arquitectura en la que Roma nos enseñó su grandeza! ¿Cómo consigues
mantener tu gallardía ante el paso de los tiempos y de las manos irrespetuosas
de los hombres?
Se escucha un
gemido seguido por largos suspiros y llantos. Una mujer, viuda por el luto que
viste, se acerca hasta Don Quijote.
DON QUIJOTE.- (A
la Viuda) ¿Qué os aflige, buena mujer en esta ciudad hecha para el solaz,
el disfrute y la alegría de aquellos soldados romanos eméritos...?
VIUDA.- (Torna
sus lamentos en rabia) ¿Soldados decís? ¿De soldados habláis? (Se fija
en la armadura y armas de Don Quijote) ¡Claro, sois soldado!
DON QUIJOTE.- (Puntualiza)
¡Caballero! Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir.
VIUDA.- (Le
tira una piedra) ¡A otra con esas patrañas! Soldado eres como esos que me
roban mi pan y mi lecho...
DON QUIJOTE.- ¡Jamás
robé a una anciana!
VIUDA.- (Puntualiza)
Viuda...Soy una dueña viuda y sola... Con un hijo falto, una hija perdida y un
perro lleno de pulgas... Pero vivía bien hasta que llegaron esos soldados...
DON QUIJOTE.- ¿De
qué soldados me habláis?
VIUDA.- ¿De
cuáles iba a hablaros? ¡De los malditos soldados que están en campaña contra
Portugal!
DON QUIJOTE.- Decidme
dónde están esos malandrines...
VIUDA.- En mi
casa. Llegaron y tomaron posesión de mi casa, de mis pertenencias, de mi perro
y de sus pulgas, en nombre del Rey nuestro señor... Y me echaron a la calle... (Llora
escandalosamente)
DON QUIJOTE.- ¡Voto
a tal ! Que acabaré uno a uno con esos soldados que avasallan a viudas solas...
VIUDA.- No
podéis.
DON QUIJOTE.- ¡Jamás
se oyó decir que Don Quijote de La Mancha no pudiera!
Se acercan dos
soldados del Rey que están en Mérida para la campaña contra Portugal. Don
Quijote los ve y se cala su celada, desenvaina su espada y adopta una actitud
de desafío. Señala a la Viuda.
DON QUIJOTE.- (A
los soldados) ¡Cobardes! ¡Villanos! ¿No os avergüenza abusar de esta pobre
viuda?
SOLDADO I.- ¿Es
a nosotros?
DON QUIJOTE.- A
vosotros es. Por haber atropellado a una mujer indefensa. ¿Qué clase de tropas
usa ahora nuestro Rey?
SOLDADO II.- Cuida
tu boca, viejo loco...
DON QUIJOTE.- Mi
boca se abre para lavar una afrenta y mi mano sostiene la espada que limpiará
tal mancha...¡Aquí os reta el Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir!
¡Luchad si sois hombres!
SOLDADO I.- Mire,
señor...Nosotros estamos paseando, descansando antes de que empiece esta guerra
con Portugal...No queremos pendencias.
DON QUIJOTE.- ¿Entonces
por qué las tenéis con gentes indefensas?
SOLDADO II.- ¿Pero
qué demonios cree que le hemos hecho a esa señora? Si no la conocemos de
nada...
VIUDA.- Yo
tampoco los conozco...la verdad...
DON QUIJOTE.- Hace
un rato lloraba inconsolable porque le habíais quitado su casa, su lecho...y
hasta su perro con pulgas y todo...
SOLDADO I.- Es
orden de su Majestad que las gentes de Mérida y de los lugares donde paramos,
nos acojan, den cobijo, comida, agua y lecho...So pena de multas y sentencias
por no hacerlo...
DON QUIJOTE.- Es
una dueña viuda, equiparable en honestidad a la dueña doña Rodríguez de los
Condes de Luna.
SOLDADO II.- Nosotros
no sabemos más que lo que os ha dicho mi compañero.
DON QUIJOTE.- ¿Cómo
vais a derrotar al enemigo portugués si los únicos lances que conocéis son de
viuda, perro y pulgas? (Se acerca a ellos con la espada amenazadora)
SOLDADO I.- (Desenvaina
su espada) ¡Quieto, señor! Que sabemos luchar como soldados de España.
VIUDA.- (Aterrorizada)
Calmaos...que casa tengo para un regimiento, y cama para un batallón...y
perro para ladrarle a una legión...y pulgas...pulgas hay para dar y tomar...¡No
os peléis que ya tenemos suficientes pendencias entre guerra y guerra!
DON QUIJOTE.- ¡Pues
demostrad cómo luchan los bravos soldados del Rey de España! (Le lanza un
mandoble al Soldado I que le tira al suelo. El Soldado II saca su espada y en
defensa de su compañero, se lía a mamporros con Don Quijote hasta abatirlo al
suelo. La Viuda ante lo que ve, sale a escape. Los dos Soldados propinan una
tunda de aquí te espero al abatido Don Quijote y cuando le ven malherido, salen
corriendo, en parte porque empiezan a sonar las trompetas tocando a “generala”
o movilización general contra los portugueses que han empezado a lanzar su
ofensiva contra Mérida.)
Llega Sancho y
ve a Don Quijote en el suelo.
SANCHO.- (Asustado)
¡Mi amo! ¿Qué le ha ocurrido? Parece como si todo el ejército del portugués
hubiera pasado por encima de vos...
DON QUIJOTE.- (Se
duele) Sancho, hermano...que lo único que me place en este instante es que
han sido soldados españoles los que así me han dejado...Eran dos y parecían un
ciento...Con ellos la victoria contra Portugal está segura...
SANCHO.- (Toma
a Don Quijote y le arrastra) Venid conmigo que, por fin, encontré a su
Rocinante y a mi Rucio en buena compañía...y sanos como nosotros, o como yo,
que vos...vais roto. Venid y salgamos de esta ciudad de Mérida que ha empezado
el asedio y me temo que pronto se cerrarán sus puertas...
DON QUIJOTE.- (Saliendo)
Has de saber, amigo Sancho, que si la guerra es mala, no lo es por las
muestras de valor que en ella se dan sino por la destrucción y el olvido que
siembra...(Mira al Acueducto) Y no merece Mérida más dolor y oscuridad
de la que tiene...
SANCHO.- Vayámonos
presto porque están cayendo bombas de fuego y plomo...
DON QUIJOTE.- Pero
antes, acércame allí...a donde te dije que quería estar...y desde donde quiero
hablarle a mi amada Dulcinea...porque desde allí todo lo que se hable tendrá el
valor de lo eterno y universal...Y falto yo, amigo Sancho...falto yo...
Sancho arrastra
a Don Quijote fuera de la escena. El horizonte que se divisa desde el Acueducto
de Los Milagros, se tiñe de rojo y gris...
ESCENA VI.- POR LA QUE DON QUIJOTE SE DESPIDE DE MÉRIDA CON
PALABRAS QUE PRONUNCIA DESDE EL CENTRO DE LA ESCENA DE SU TEATRO ROMANO.
En pantalla
tendremos la impresionante escena del Teatro Romano, encendida y preparada como
para una de sus más importantes representaciones. Don Quijote avanza hacia el
centro de la escena con la figura que le ha hecho universal. Una vez en el
centro, adoptará la pose de aquellos mitos y personajes que han hecho de este
Teatro el centro de la tragedia y comedia clásicas.
DON QUIJOTE.- (Solemne
y alzando sus manos al cielo) ¡Oh dioses antiguos! ¡Oh memoria de quienes
aquí supisteis emocionar al mundo contando las glorias de los héroes y las
tragedias de los mortales! ¡Aquí me llego, yo, Don Quijote de la Mancha! (Se
arrodilla y toma arena de la escena) Y, humildemente, con la certeza de no
merecerlo por mis méritos, permitidme ser otro de vuestros personajes
universales. (Besa la arena) Permitid que, al igual que aquellos que
gracias a vuestra acogida son inmortales, el Caballero de la Triste Figura, o,
si mejor os parece, el Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir, pueda
desde este lugar, y ante este auditorio, declamar sus cuitas al amor de su
Dulcinea, llorar los reveses de sus derrotas, cantar las alegrías de sus
éxitos, y proclamar la largueza de sus aventuras...(Se alza del suelo y
contempla las columnas y los graderíos)
Y conforme a lo
que aquí se desea, aceptadme como el último de los caballeros, con el aplauso
si la representación os agrada, o con el silencio si no estoy a la altura de
tan selecto auditorio. Pero sabed, ahora que se ciernen sobre Mérida nubes de
aciagos colores...y que de la torpeza de los hombres pueden llegar años de
oscuro caminar...que siempre estaréis en mi boca, que no seré mudo para
proclamaros, que mi corazón podrá decir siempre y en cualquier parte que no
hubo lugar más noble en historia y honor, ni gentes más ilustres en sangre y
comportamientos que las que aquí conocí, amé y respeté. En Mérida...Y que no
será error alguno el escribir, nombrar y señalar mi nombre como el de Don
Quijote de Mérida...
(Hace un
ademán a Sancho) Vamos, Sancho, que el horizonte se tiñe de rojo y queda
tan sólo una puerta de la ciudad por cerrar...
SANCHO.- (Mira
asombrado la grandiosidad del Teatro) Mi señor, esperad aún...Siento cómo
desde esas gradas de piedra alguien empieza a aplaudir...
Se detendrán
para recoger ese aplauso.
FIN.
Muy bueno, algún día me gustaría ver la representación, debe ser Genial..... A. Casado
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