GRACIAS XIRGU
Mucho he reflexionado desde que Antonio Barroso me propusiera escribir un
artículo sobre mi rincón favorito. Por deformación profesional me resulta
complicado decantarme entre tantos rincones de nuestra ciudad, romanos,
visigodos, árabes, medievales, modernos, contemporáneos... todos con sus
historias dentro de la Historia, todos llenos de recuerdos, ya que a excepción
de unos 7 años, la mayor parte de mi vida he disfrutado de Mérida.
Afortunadamente vivimos en un lugar con un rico pasado en el que su
conjunto histórico y monumental es Patrimonio de la Humanidad. ¿Cómo elegir? Mi
vinculación profesional y personal con el Museo Nacional de Arte Romano, me
hizo pensar que podría revindicar el arte contemporáneo a través de su
edificio. Sin embargo, ¿qué es el MNAR sino la exposición de una serie de
piezas que contribuyen a la comprensión
de la civilización romana?, pero si el propio edificio ya es una manifestación
de intenciones, Roma, Roma, Roma... Demasiado manido, sobretodo teniendo en
cuenta la experiencia compartida con los Eméritos del Patrimonio a través de
charlas y visitas, en las que ha quedado patente que Mérida es mucho más que
retazos de historia, es una ciudad viva.
No, mi tarea no iba a resultar fácil, tenía que buscar más allá, la
intrahistoria de la ciudad…hasta que me di cuenta que muy pocas veces se repara
en el hecho de que poseemos un patrimonio inmaterial, intangible y compartido,
que hace que nos identifiquemos con la cultura romana y al mismo tiempo con
nuestra propia historia, nuestro presente y sin duda buena parte de nuestro
futuro; me refiero al Festival de Teatro Clásico, seña de identidad, estandarte
y referente de nuestra cultura.
De modo que utilizando como pretexto la escultura realizada en honor de
Margarita Xirgu,
situada en un pequeño rincón de la versura oriental del Teatro, no he
podido sustraerme al poder de la pasión, el triunfo de las emociones sobre la
razón, representada tantas veces en obras como Medea, Edipo, Calígula, Julio César…personajes que conforman nuestra
memoria colectiva, porque ¿quién no ha visto alguna vez Medea?
MEDEA, AY, MEDEA!!! No se puede hablar del Festival de Teatro Clásico sin
entender esta tragedia de Séneca, representada nada menos que 16 veces en
nuestro teatro, siendo, indudablemente las más aclamadas y recordadas las de
Margarita Xirgu y Nuria Espert.
PASIÓN, emoción definida como un conjunto de sentimientos, emoción intensa
hacia una persona, tema, idea u objeto. En este caso
hacia nuestra cultura mediterránea, ¿quién de vosotros no se ha conmovido ante
la locura de Medea, el sufrimiento y el amor hacia sus hijos de Las
Troyanas, la lucha entre el honor y el
patriotismo de Julio César o la perversión de Calígula?
El término pasión también se aplica a un vivo interés o admiración por una
propuesta, causa, o actividad. Dentro de esta acepción debemos entender la
incansable labor de todos los actores que han dado vida a personajes míticos en
nuestro teatro, especialmente de Margarita Xirgu, precursora de nuestro
Festival.
Según cuenta la historia, la actriz catalana en 1920 de camino a Badajoz,
pasó por la ciudad y se quedó impresionada con el Teatro, declarando su interés
por representar una obra al “estilo clásico” entre las ruinas. Esta
idea renovadora de retomar el teatro clásico desde un punto de vista cultural y
popular, estaba en consonancia con el contexto histórico del momento, ya que
durante la II República se sentaron las bases que consiguieron acercar el
teatro a la sociedad, en un intento de recuperación del monumento como espacio
popular.
Margarita Xirgu, Medea, 1934 - Fotografía Bocconi, cedida por el Diario Hoy al CCMM,
Desde las siete sillas... La recuperación del Teatro Romano de Mérida.
La idea de devolverle el carácter primigenio al Teatro ya estaba asentada
gracias a la labor de algunos adelantados intelectuales extremeños como Arturo
Gazul, que pretendían que las piedras reviviesen con el clamor del público y la
voz de los actores.
El germen del Festival de Teatro Clásico tiene lugar en Madrid hacia 1929,
gracias a la labor de los integrantes del Teatro Español, institución de la que
formaba parte Margarita Xirgu, Cipriano Rivas y Miguel de Unamuno entre otros.
En colaboración con José Ramón Mélida (artífice de las excavaciones que en 1910
arrojaron los vestigios del teatro romano y conservador del mismo),
consiguieron que el Ministerio de Instrucción Pública subvencionara con 50.000
pesetas, la representación de Medea.
No fue hasta el 18 de junio de 1933, cuando se materializó la idea con la
representación de la “Medea” de Séneca en versión de Miguel de Unamuno, en un
acontecimiento singular, al que asistieron las más destacadas personalidades
del momento, incluido el Presidente del Gobierno Miguel Azaña, varios
ministros, Miguel de Unamuno, etc.
Espectadores durante la representación de Medea por la compañía Xirgu - Borras, 1934 - Fotografía Bocconi, cedida por el Diario Hoy al CCMM, Desde las siete sillas... La recuperación del Teatro Romano de Mérida.
Con los aditamentos de Burman y Bartolozzi y utilizando como recursos
escenográficos los materiales del propio teatro, la puesta en escena de Medea
fue todo un éxito de crítica y público (más de 3.000 espectadores), y supuso un
punto de inflexión en la historia del teatro español. Tanto fue así, que al año
siguiente la obra se volvió a representar durante los días 3 y 7 de septiembre
con el mismo resultado. El monumento volvía a brillar con todo su esplendor.
Y así, a pesar de los vaivenes de los sucesivos momentos políticos, el
Teatro Romano resurgía de sus propias cenizas para demostrar que la historia se
puede y se debe vivir desde la implicación personal y colectiva. La aplicación
del patrimonio histórico como recurso didáctico es en nuestros días un aliado
en la divulgación histórica. En Mérida hemos tenido una buena muestra de ello.
Desde las distintas exposiciones que ha acogido el Museo Nacional de Arte Romano,
pasando por iniciativas como Nundinae, El
Festival de Teatro Grecolatino, Emerita
Lúdica, o “la escuela adopta un monumento”, hasta la reciente Ludis Gladiatoria, hemos asistido y
participado en mayor o menor medida de nuestra historia.
Es por ello, que sentada en la versura oriental del teatro, reflexiono
acerca del sentido intangible de nuestra cultura, la maravilla de observar en
un día como hoy la gran afluencia de visitantes en un día como otro cualquiera.
El trasiego de unos niños acompañados por sus profesores, interrumpen mis
pensamientos y se amontonan recuerdos de mi niñez, cuando mis padres,
auténticos cicerones, aprovechaban los fines de semana de descanso para
enseñarme la ciudad desde sus entrañas llevándome a visitar el teatro, el circo
o el Convento de Santa Clara aún Museo Arqueológico, ayudándome a amar la
ciudad.
Elena Caballero, junto a la estatua de Margarita Xirgu, en la versura del Teatro
El caminar de unos turistas que ataviados con guías y cámaras de fotos, se
dirigen hacia el peristilo, espacio dedicado al recreo, que no ha perdido del
todo su concepción, donde se han desarrollado encuentros, recepciones,
homenajes, etc. Y que me han permitido compartir tiempo y experiencias con José
Tamayo, Francisco Rabal, Juan José Galiardo…y tantos otros personajes que han
contribuido a mantener viva la historia.
Mérida se resiste a perder su memoria, presente en nuestro día a día, y
cuya recuperación se la debemos en gran parte a una verdadera intelectual del
teatro, Margarita Xirgu, GRACIAS XIRGU.
ELENA CABALLERO
Bravo campeona, me encanta.
ResponderEliminarBuenos tiempos para la lírica y demás... sublime. A.Casado
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