En 2005, con ocasión del IV Centenario de la obra "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida encargó al dramaturgo Miguel Murillo la obra "LA AVENTURA DE MÉRIDA" para que recogiera las andanzas de Don Quijote por nuestra ciudad, obra que fue representada aquel mismo año, durante las Jornadas de Difusión del Consorcio, en la Sala Trajano de Mérida por los actores de la compañía emeritense Las Siete Sillas.
En este blog, reproduciremos la obra, para disfrute de todos nuestros seguidores, con imagenes de aquella representación.
“LA AVENTURA DE
MÉRIDA”
o de cómo el
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha hizo parada, posada y visita a la
ciudad de Mérida acompañado por su escudero Sancho Panza y de lo que allí le
ocurrió y las gentes que conoció.
Según da a
conocer el autor Miguel Murillo Gómez.
ESCENA I.- DE CÓMO DON QUIJOTE Y SANCHO LLEGAN A LA CIUDAD
DE MÉRIDA GRACIAS A UNA CRECIDA DEL RÍO GUADIANA.
La música
anuncia un torbellino de viento y agua. Algún trueno que otro azota el lugar y
los relámpagos alumbran de tiempo en tiempo.
DON QUIJOTE. -(Se
escuchan sus voces a lo lejos) ¡Rema, por Dios, Sancho, rema! ¡Que
naufragamos!
SANCHO.- (A
gritos) ¡ Perdí el remo!
DON QUIJOTE.- ¡Voto
al Chápiro! ¡Que me caigo al río!
SANCHO.- ¡Y yo
detrás, mi señor! ¡Yo siempre detrás de vos! (Grito de Sancho)
Se escucha un
chapuzón en el agua y gritos confusos de alguien que se está ahogando.
Silencio.
SANCHO.- ¡Agarraos
a mi brazo, mi amo, que ya pongo pie en tierra!
DON QUIJOTE.- Busca
con qué alumbrar ¡botarate!...Para que en viéndote, pueda molerte a palos.
Ayudándose con
una tea encendida llega Sancho Panza, el fiel escudero del Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha. Viene por el patio de butacas enfocando a unos y a
otros, a un lugar y otro, hasta que llega a escena (allí y por medio de una
pantalla, podrá estar proyectada la imagen del majestuoso escenario de las
Siete Sillas ocupando todo el espacio, cosa que deja perplejo a Sancho).
En el lugar
destinado a escenario y gracias al efecto que se hará combinando imágenes y
alumbrar de tea y relámpagos, podremos descubrir, además de las Siete Sillas
(ayudados por proyecciones en una pantalla) algunos otros edificios singulares,
ruinas, calles, templos, murallas y vestigios de la noble ciudad de Mérida que Sancho
desconoce y que a Sancho impresiona.
Las imágenes
irán sucediéndose de forma rápida, a cada relámpago una imagen, a cada alumbrar
de paredes de Sancho con su tea, otra imagen, así hasta convertirse en un
hermoso, suntuoso y apabullante carrusel para el corto conocimiento de Sancho y
el deleite de los espectadores.
SANCHO.- (Ante
las maravillas que sus ojos descubren gracias a los relámpagos y la tea que
lleva en una mano. Sus vestiduras estarán mojadas y su aspecto es algo
deplorable) ¡Mi señor, Don Quijote! ¡Mi señor, Don Quijote! Que a fe mía,
hemos llegado, luego de rodar y rodar en esa barca por el río, a un lugar de
magia y encantamientos...porque, ¡y juro que no bebí ni mucho ni poco! y que si
bebí sólo fue agua... son tantas y tan seguidas las maravillas... que
únicamente un encantamiento puede hacerlas... (Señala la imagen del Templo
de Diana que aparece fugazmente)... ¡Ésta de aquí!... (Aparece la
Iglesia de Santa María)... ¡O ésta otra!...(Imagen del Acueducto) ¡O mejor esa!... (Gira y gira Sancho sin
saber con qué imagen quedarse, atontolinado y casi al borde del mareo)
DON QUIJOTE.- (Llega
chorreando agua pero solemne, espada en mano, cabeza alta y sacándose un pez de
la armadura, hasta donde está Sancho) ¡Se
salió de madre el río! ¡Se salió de madre la barca! ¡Se salieron de madre los
remos! ¡Y caímos a este río que viene tan crecido y ha querido ahogarnos! ¿Y
todo por qué? Por tu manía de contar cabras y contar cuentos de cabras...y
andar todo el tiempo atolondrado, Sancho. (Sigue achicando agua de su
armadura y sacándose peces hasta de la punta de su espada)
SANCHO.- (Señalándole
una estatua de la Santa Mártir Eulalia que aparece en la pantalla) ¡Mirad,
señor, qué grandes cosas y conceptos tenemos delante!
DON QUIJOTE.- (Se
arrodilla ante la imagen de la Mártir y le rinde la espada en señal de respeto)
¡Arrodíllate, Sancho, aunque no la reconozcas! (Sancho, respetuoso, se saca
el sombrero y se arrodilla ante la imagen) Ésa que ahí ves, has de saber
que es la más santa, la más grande, milagrosa, valerosa y heroica de las
mártires que España ha dado a la cristiandad... Eulalia u Olalla, como
prefieras... Patrona de las Españas antes que el señor Santiago y patrona de
todos los caballeros andantes, nobles y valientes que hayan honrado a las
órdenes de caballería... Y patrona mía sin menoscabo de la sin par Dulcinea del
Toboso que aún no es mártir... Trece martirios sufrió por orden del gobernador
romano de Mérida, Calpurniano, que son los que tendré que darte por haberme
arrojado al río...
SANCHO.- ¿Y
estando esta santa aquí, qué lugar es éste?
DON QUIJOTE.-
Sin duda, hemos venido a dar al río Guadiana, río de romanos y moros... de
muchos y notables encantamientos y peces sabrosos... y algo levantisco... Pasado
hemos los equinoccios y salvada hemos esta crecida...
SANCHO.- (Aparece
una imagen del Puente Romano) ¡Señor! Un puente de buena fábrica se levanta
ahí cerca...y da entrada por este descendedero a una ciudad grande y
populosa... ¡Por fin dejaremos los remos y la barca!..
DON QUIJOTE.- (Se
fija en el Puente) ¡Oh prodigio de los prodigios, amigo Sancho! Que por
reconocer ese puente, “la puente más pasajera que hay en estos reinos” y la
puerta llamada de la Torrecilla que en él está, y por ver su largura, sus porte
y sus arcos majestuosos... que mandó edificar el mismísimo emperador Trajano...
sé que hemos llegado a Mérida, ¡la Augusta Emérita! La ciudad que fundaron los
mirmitones... y volviera a fundar el propio Augusto en el año veinticinco de
nuestro Señor, y en la que diviso a lo lejos, en este río, la Isla de Juan
Antón... lugar de encantamientos... y en el que se cuenta estuvo el famoso
espejo donde la reina Marida se miraba cada mañana para comprobar su
hermosura... ¡Entremos, Sancho, por esa puerta principal que, sin duda, grandes
aventuras nos esperan entre estas piedras inmortales...!
SANCHO.- (Miedoso)
¡Teneos, mi amo! ¿No será que estemos ante otro encantamiento y esa puerta nos
lleve otra vez a los palos de los molineros y de los pescadores del río? Mire
que donde hay estacas, no hay tocinos. Y que más vale un toma que dos te
daré...Y que...
DON QUIJOTE.- ¡Calla,
por Dios, Sancho! Deja esa retahíla de refranes que nunca traes a cuento...¿No
ves que estamos en Mérida, Sancho? ¡Toda ella es un encantamiento propio de
leyendas e historias como las que contó de ella el nigromante Villena!
SANCHO.- Nunca
oí tal nombre...ni de Villenas, ni de Méridas...
DON QUIJOTE.- (Le
golpea con la espada) ¡Ignorante! ¡Zote! ¡Acémila! ¡¿Nunca oíste el nombre
ilustre de Mérida?!
SANCHO.- (Se
queja) No... porque de letras no tuve ni una... Y Mérida tiene muchas y muy
principales...que hasta en piedras están por todas partes escritas... (Mira
una lápida que está a sus pies)
DON QUIJOTE.- (Recita
con solemnidad) ¡Mérida que en las Españas, en un tiempo fuiste Roma!
SANCHO.- Sí...pero
¿dónde está escrito que Don Quijote hubiera ido a esa Mérida de las Españas y
Romas?
DON QUIJOTE.- ¿No
han estado en Mérida, Antígona, Edipo...Electra. Agamenón o Medea...? ¿No han
recorrido estos lugares gentes como Romeo y Julieta, Otelo o Tirante el Blanco?
SANCHO.- ¿Era
moda venir a pasear por aquí?
DON QUIJOTE.- Pues
si ellos aquí estuvieron y aquí mostraron sus glorias y miserias, sus hazañas y
aventuras...¿Por qué no iba a estar en Mérida el más ilustre de los caballeros
andantes que dieran las letras hispanas? ¡Yo! ¡Claro que estoy! ¡Y claro que
así lo quiso mi creador que es el tuyo!
SANCHO.- ¿Una
tercera parte de la novela se está escribiendo en la que hacéis y deshacéis en
Mérida?
DON QUIJOTE.-
Apura, Sancho, que es hora de cerrar puertas y rastrillos y necesito reposar en
buen lecho.
Entran Don
Quijote y Sancho Panza en Mérida que los acoge con una densa niebla, sonidos de
bailes de máscaras y tronar de cohetes.
ESCENA II.- DE CÓMO ENTRAN DON QUIJOTE Y SANCHO EN LA CIUDAD
DE MÉRIDA POR LA PUERTA PRINCIPAL DE SU FORTALEZA Y CONOCEN A MARIMENEO Y AL
POSADERO DE LA POSADA DE LAS ÁNIMAS .
Una densa niebla
cubre toda la escena. De la niebla surgen dos máscaras que danzan y cantan
festivas.
MÁSCARAS.- (Cantan)
¡De Carija venimos de comernos un borrego y quien no se lo crea que nos chupe
los cuernos! ¡Tara rí, tralabín, tararí trala bán!
Don Quijote y
Sancho saliendo de las nieblas, se encuentran con las dos máscaras que danzan y
cantan a su alrededor.
DON QUIJOTE.- (Saca
su espada en señal de defensa ante los saltos y cabriolas que les hacen las
máscaras) ¡Voto a bríos! Que si no sois los demonios que vengaron al santo
abad Nuncto de Mérida, compañero del santísimo obispo Mausona y del que se
cuenta que nunca vio rostro de mujer...Sois demonios infectos y culpables de
tanta destrucción y ruina que me rodea...
MÁSCARA I.-
Bajad la espada que no somos demonios sino emeritenses...
MÁSCARA II.- (Burla,
burlando) Merideños...
MÁSCARA I.- (Sigue
la burla) O meridanos...que así podréis llamarnos sin errar...
MÁSCARA II.- Que
estas máscaras son de fiesta y no de asustar porque estamos celebrando las de
nuestra mártir Santa Eulalia, y las calles están engalanadas, se corren toros,
se hacen comedias, cabalgan las encamisadas, hay gran procesión, y, quizás,
acabarán floreciendo los tres árboles que junto a su santo cuerpo están...
DON QUIJOTE.- ¡Pardiez,
que no es verdad que los árboles florezcan en diciembre si no es por un
terrible encantamiento!
SANCHO.- (Se
ríe de las máscaras) ¡Ni que la cebada grane en enero!
MÁSCARA I.- Dejad
las burlas. Que de ese milagro en el que las flores grandes toman forma de
palomas, han dado cuenta gentes con más letras que vosotros...
MÁSCARA II.- (Se
despoja de su máscara y aparece La Posadera) ¿Y ustedes? ¿De qué cortejo de
máscaras han escapado?
DON QUIJOTE.- ¡Calla,
mujerzuela! ¿Cómo osas llamar cortejo de máscaras a la alta Orden de la
Caballería Andante?
SANCHO.- (Señala
a su amo) Es el Caballero de la Triste Figura, el muy noble señor Don
Quijote de la Mancha, y yo, Sancho, su escudero.
MÁSCARA I.- Cada
año vienen gentes más raras a las fiestas de la Mártir.
POSADERA.- (A
su negocio y seductora a su manera de Posadera) Y si tan altos sois, y
tanta figura tenéis...¿No estaréis buscando posada en la que reponeros de
vuestros lances y hazañas?
DON QUIJOTE.- Sí,
y con buena cebada y paja para nuestras cabalgaduras que aguardan a la orilla
del río...
SANCHO.-Y con
mejor vino, que aún siendo ignorante, bien sé que por aquí corre el vinillo de
Montánchez...(Olfatea) Casi lo huelo...
DON QUIJOTE.-
Deja el vino, Sancho, y toma un mozo que te ayude porque Rocinante y tu Rucio
llevan mucho tiempo junto al río aguardando una buena cuadra...
MÁSCARA I.- Y
allí deberán aguardar porque este año, el río Guadiana trae una enorme crecida
que hasta amenaza con derribar el Puente...
DON QUIJOTE.- Siendo
así, no es mala la idea de tomar posada cuanto antes...Y esperar a que el río
baje de aguas y se meta en madre...(A la Máscara y a la Posadera) ¿A
dónde deberemos ir para acertar con un buen alojamiento?
POSADERA.- (Obsequiosa)
Habéis acertado ya porque estáis en la afamada calle del Puente, lugar que
flanquean estos nobles edificios...y que, sin duda, es la más notable calle de
España en posadas, mesones y tabernas... (En la pantalla salen imágenes de
edificios de la calle del Puente como si los personajes anduvieran junto a
ellos) Mirad aquel... el que os da la bienvenida... es la fortaleza que
construyeron los moros del rey Alagio, vasallo del gran Miramamolín...
DON QUIJOTE.- (Saca
la espada) ¡Miramamolín! Por fin llego a tus dominios...
POSADERA.- Quite,
señor, que hace años que estas tierras no son de moros... (Señala otra edificio
que aparece en la pantalla) Y éste otro, mirad su fábrica y su porte...es
el Conventual Santiaguista, lugar de residencia y gobierno de maestres,
comendadores, priores, frailes y gentes muy principales de la orden de
Santiago...y de otras juntas...
DON QUIJOTE.- (Se
señala el pecho en el que luce la cruz de Santiago) ¡Mi orden amiga y en la
que profeso, junto a otras, como caballero andante!
SANCHO.- (Señala
un edificio, la Casa de Carnicería) ¿Y ese palacio de notables piedras? ¿No
será una taberna principal y muy exquisita?
POSADERA.- No,
señor escudero, esa es la Casa de Carnicería... donde se despachan las mejores
carnes de nuestras dehesas.
Un olor pútrido
hace que se tapen las narices todos menos la Posadera.
DON QUIJOTE.- (Tapándose
la nariz) ¡Jesús! Un velatorio largo tenemos delante...porque el muerto
hiede lo suyo...(A Sancho) ¿No será, Sancho, que has vuelto a hacer lo
que te hiciste patas abajo en los batanes por miedo?
SANCHO.- No, mi
señor...que llevo ya la tripa atada y no suelta.
MÁSCARA I.- (Se
ríe) Quiten vuesas mercedes, que el olor no es otro que el que sale al
abrir la puerta de la Posada de las Ánimas...
POSADERA.- (Lanza
un papirotazo a la Máscara I) ¡Calla, maldito y no calumnies! (Señala
orgullosa) Aquí tenéis, señores, la Posada de las Ánimas, famosa en la
historia, acogedora, limpia...(La Máscara I se tira de risa y la Posadera le
lanza otro papirotazo) ¡Tan limpia que yo misma me encargo de limpiarla!
DON QUIJOTE.- (Admirado)
¡La Posada de las Ánimas! Mayor es su fama que la del Sol de Cuenca o la del
Mirador de Toledo...
POSADERA.- Y
barata, aún con los precios de los antiguos romanos... Un as por el pan... un
sestercio por el vino... dos ases por la torta de harina, ocho por la moza (Saluda
elegante) que soy yo, Marimeneo, y a vuestro servicio quedo... y dos ases
por la paja de vuestro caballo... y el burro... Que traducido al cristiano son...
(Cuenta con los dedos)... cinco reales y tres maravedíes...
DON QUIJOTE.- ¡Pues,
sea! Que con precios romanos, se entienden los cristianos.
Entran todos en
la Posada de las Ánimas.
(...continuará)
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