sábado, 12 de abril de 2014

LA AVENTURA DE MÉRIDA II

Continúan las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza en Mérida. En estos capítulos, Miguel Murillo nos narrá como el ingenioso hidalgo fue nombrado Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir y su encuentro con el historiador local Moreno de Vargas.



ESCENA III.- DONDE SE CUENTA CÓMO DON QUIJOTE ES NOMBRADO CABALLERO DE LA ORDEN DE LA ILUSTRE PITARRA DE LA MÁRTIR Y VELA ARMAS EN LA PUERTA DE LA VILLA.
En escena tenemos el interior de la Posada de las Ánimas. Banquetas, mesas, jarras de vino, gancho en el centro donde cuelga un puchero, y un Posadero jorobado y narigudo que llega desde la calle con ánimos destemplados.
POSADERO.- (Llega blandiendo un garrote y lanzando imprecaciones desde la puerta de la Posada a alguien que está en la calle) ¡Id a tomarle el pelo a vuestro señor el Conde de la Roca, bribones! ¡Que la Posada de las Ánimas es un lugar honesto y limpio! ¡Y no que dicen haber cerrado ya las puerta al vino! ¡Pues menuda borrachera traen esos lacayos! (Grita) ¡Marimeneo, Marimeneo! ¿Dónde estás posadera perezosa?
Llega corriendo la Posadera o Marimeneo, como gusten llamar, trae un trapo de fregona, greñas, delantal con mugre, y aires de sofocada.
POSADERA.- ¡Que esto no es vivir, leñe! Siempre arriba, abajo, a las cuadras, a los fogones...a los cuartos...a la alacena...¡Mirad que tengo casi veinte años y no conozco otra cosa que esta Posada! 

POSADERO.- Para eso te pago... y te cuido...y te pego con el garrote... (La amenaza) ¿Y qué?
POSADERA.- ¿Qué de qué?
POSADERO.- Ese loco de la armadura y su escudero...¿Ya te pagaron?
POSADERA.- Aún no... No sé qué dice ese tal caballero de una deuda con un encantador...(Coqueta) Y que si yo estoy también encantada...que si mi piel... y algo del Toboso... (Más coqueta) ¡Y me requiebran él y su escudero!
POSADERO.- (La amenaza otra vez con el garrote) ¡Infeliz! ¿Aún te crees las patrañas de ese loco?
POSADERA.- (En tono de disculpa) Si la requiebran a una... ¿qué hago?
Llega Don Quijote vistiendo camisón largo y gorro de dormir.
 
DON QUIJOTE.- (Al Posadero) ¡Legiones de chinches, piojos y pulgas me quitan sitio en el jergón! ¡Aquí no hay quien duerma!
POSADERO.- ¡Ya! Y ahora me diréis que son esas chinches las que le han sisado los reales que tenía para pagarme...
DON QUIJOTE.- Bien pudieran... Pero creo que la fama de este lugar esconde más de una mano larga... que es ducha en sisar reales...
POSADERO.- (Amenaza a Don Quijote con el garrote) ¡Nunca permitiré que el honor de esta posada sea malherido!
DON QUIJOTE.- No se mantiene el honor con la boca sino con el ojo...
POSADERO.- ¿Ya habéis decidido el día en el que vais a pagarme?
DON QUIJOTE.- Cerca está porque debéis saber que ayer mientras recorría esta hermosa ciudad, escuché a unos malandrines levantar injurias y menosprecios contra la Mártir Santa Eulalia...
POSADERA.- ¡Nunca!
DON QUIJOTE.- Y acercándome a ellos...pude adivinar que no eran otros que aquellos suevos que iban entre las huestes del malvado rey Hermenerico, el que asolaba la Lusitania y amenazaba Mérida...
POSADERO.- ¡No puede ser!
DON QUIJOTE.- ¡Y les he retado!
POSADERA.- (Asombrada) ¡Les ha retado!
DON QUIJOTE.- ¡Y juro por el honor de la Caballería Andante y por el de la Santa Mártir, que no sólo a ellos sino a su rey Hermenerico, abatiré en el cerro de San Albín, lugar principal y elevado desde el que veréis todos la mayor de las victorias que nunca contempló esta villa!
POSADERO.- ¿Y entre tanto, cama, comida, y paja, de gorra?
POSADERA.- Y moza.
DON QUIJOTE.- ¡Hombre de poca fe! ¿Y las ganancias y tesoros que nos llegarán cuando derrotado el suevo, recibamos el galardón de las manos del propio rey Guiserico?
POSADERA.- ¡Y bien ricos que han de ser tales señores y reyes que empiezan el nombre con rarezas y acaban todos en ...rico...! (Imita a Don Quijote) ¡Hala!...el Rico...¡Guisa!...el Rico...Todos ricos...menos nosotros.
POSADERO.- ¡Jamás vi locura igual!
DON QUIJOTE.- Vuelvo a mi aposento y a intentar aposentarme... si me dejan las chinches... (Sale)
POSADERO.- (Se mesa los cabellos) ¡Maldito de mí! ¡Idiota! ¡Memo! Mira que hacerme caso de tal personaje...que no es otro que cuento de novela, palabrería hueca...y mucha imaginación...
POSADERA.- Y mucho valor que tiene...(Asombrada) ¡Ha retado al encantador!
POSADERO.- (Le atiza una colleja) ¿Valor? ¡Tonta! Que te dejas engatusar por el primero que llega a la posada...¿Desde cuándo no existen esos tales caballeros? ¿No te das cuenta de que todo es una patraña, una burla, un truco para dejarme a mí sin mis reales y a ti...sin lo que tú sabes y la boca abierta por mema?
POSADERA.- (Se indigna) ¡Ah! ¿Sí? ¿Ésas tenemos? Pues no saben cómo las gasta Marimeneo... (Piensa) ¿Y si a su burla, si es burla, añadimos la nuestra? ¿Acaso no nació la burla en una posada y la crió un posadero como bien se decía en “El Buscón” o en “Rinconete y Cortadillo”?
POSADERO.- ¿Y qué se te ocurre, Marimeneo?
POSADERA.- No serán las chinches quienes le tengan en vela, sino nosotros...(Toma unos trapos que por la Posada están y se cubre la cara como una hurí o moza de serrallo. Luego coge un estropajo que pone al Posadero a modo de barbas, un cucharón y un jarro lleno de agua que se los da al Posadero. Y, finalmente, toma unas trébedes pequeñas que cuelgan en la pared y se las coloca al Posadero a modo de corona)























POSADERO.- (Extrañado y mirándose la pinta que le ha puesto la Posadera) ¿No acabaron ya las máscaras de Santa Eulalia?
POSADERA.- Acabaron las máscaras y empezó la comedia...(Se sitúan los dos muy centrados como reyes de cocina, y la Posadera grita) ¡Sancho! ¡Sancho! ¡Llegaos de inmediato!
Sancho atándose los calzones y con cara de sueño, llega a la cocina y queda maravillado ante lo que ve.
SANCHO.- ¿Sigue siendo sueño lo que estoy viendo?
POSADERA.- (Teatral con su voz y sus gestos) ¡Inclinaos, amigo Sancho! Porque estáis ante el mismísimo rey de Mérida, Abdalasis, hijo de Muza, rey de la morería, (Señala al Posadero) y ante mí, su esposa, la reina Egilona, la que antes fuera esposada con el rey Don Rodrigo, el que perdió a España...
SANCHO.- (Abrumado) ¡Oh, magnífica aparición! ¿Y qué queréis tan poderosas personas?
POSADERA.- Avisad a vuestro señor Don Quijote porque una misión de entuertos deberá realizar esta misma noche.
SANCHO.- ¿Y no puede esperarse hasta que amanezca?
POSADERA.- Un rey no espera al alba.
SANCHO.- Si es así...iré. (Sale a escape)
POSADERO.- ¿Te has vuelto loca, Marimeneo?
POSADERA.- Dejadme hacer... (Con burla) mi señor esposo, rey de Mérida... hijo de Muza...
Llega Don Quijote en camisa de dormir acompañado por Sancho que porta su armadura y sus armas.
DON QUIJOTE.- (Hace una reverencia) ¿Qué se os ofrece, altísimos señores?























POSADERA.- Acércate, Caballero de la Triste Figura... para recibir el golpe de honor de mi esposo, el rey Abdalasis...
Don Quijote se acerca y el Posadero le pega un cucharonazo en la cabeza.
SANCHO.- No apretéis el porrazo que nunca la lleva buena del todo.
DON QUIJOTE.- Calla, Sancho... y escucha a estos dueños que, sin duda, necesitan de mis servicios para una causa elevada...
POSADERA.- El caso es que mi esposo, el buen rey de Mérida, hijo del moro Muza, ha perdido el habla por un fuerte encantamiento. (El Posadero sigue el juego y emite gruñidos) Y al igual que él... sabemos que hay otros hijos de  Mérida que lo sufren... (Piensa) El propio comendador de Mérida, Don Pedro Ruiz de Sandoval, al que ese encantamiento le ha desfigurado la cara tal que le llaman “Hocico de Puerco” por su fealdad y no se atreve a decir ni “mu”... y hasta las aguas que llegan desde el acueducto a muchas casas por el caño de la calle de santa Eulalia, son capaces de dejar mudos a muchos vecinos... Y, ¡lo que es peor!...está enmudeciendo hasta el propio nombre de Mérida... que ya casi no se oye por ahí...
DON QUIJOTE.- ¿Y quién es ese terrible encantador del que habláis, señora?
POSADERA.- Mauregato, el hijo bastardo del rey don Alfonso... el que concediera el tributo de las cien doncellas...
DON QUIJOTE.- (Indignado) ¡Voto a tal! Que ese Mauregato se las verá conmigo... ¡Ánimo, Sancho, y ensilla mi corcel, que a las bravas voy!
SANCHO.- Mirad, señor... Que ese cucharonazo os ha velado el seso... (A punto de descubrir la añagaza porque al Posadero casi se le caen las barbas por la risa) Y que la tal reina y el tal rey o son... o mucho se parecen...
POSADERA.- Despacio, señor Don Quijote... Que para esta hazaña, antes debéis ser armado caballero...
DON QUIJOTE.- Caballero ya soy...























POSADERA.- Pero no de Mérida... Que como todos saben, tiene fueros de la provincia de León, es reino, y cabeza de partido... Nuestra orden no es otra que la de la Ilustre Pitarra de la Mártir.
DON QUIJOTE.- ¿Has oído, Sancho? ¡La Ilustre Pitarra de la Mártir! ¡La Orden más preclara que orla Mérida!
SANCHO.- Mejor es el vino que la orden, mi señor... Y para pitarras, la de Carrasco...
DON QUIJOTE.- (A la Posadera) ¿Y qué he de hacer, altísima señora mía?
POSADERA.- Acercaos y arrodillaos... (Don Quijote obedece) Y dejad que pronuncie yo las palabras que os armen, ya que mi esposo el rey no puede  hablar... (Don Quijote se inclina ante la Posadera y ésta toma el cucharón y el jarro) “Yo, la reina de Mérida, Egilona, en nombre de mi real esposo, Abdalasis, hijo del moro Muza, que se ha quedado mudo, vengo en nombraros, Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir, y defensor de los que no pueden hablar...(Le pega un cucharonazo en el hombro derecho y le echa agua del cántaro por la cabeza) Y para que, en cumplimiento de las órdenes de esta Orden...podáis llevar a cabo vuestra misión de vencer al malvado Mauregato, bastardo entre los bastardos, os ordeno velar vuestras armas en la Puerta de la Villa hasta que el sol salga por donde deba salir...” (Otro cucharonazo en la cabeza. El Posadero está a punto de estallar de risa)
SANCHO.- Mi amo... ¿Y no es primero el velar armas y luego el ser nombrado caballero?
POSADERA.- Así es y será en otros reinos... pero en éste de Mérida, se hace al revés... porque han sido muchos sus reyes, príncipes... obispos y comendadores... que ya no hay ley derecha... ni norma clara, ni juicio recto...
DON QUIJOTE.- ¡Sea! Que os juro por mi honor de caballero que en levantándose el sol, habré dado buena cuenta de ese tal... Mauregato y toda su mauregatería... (A Sancho) Vamos a la Puerta, Sancho, que la noche es corta y la vigilia espera.























Salen Don Quijote y Sancho que carga con las armas y la armadura de su señor. Al salir, el Posadero y la Posadera, muertos de risa, se quitan los disfraces y saltan de alegría.
POSADERO.-  ¡Id con Dios! ¡Caballero de la Ilustre Pitarra!
POSADERA.- ¡A dormir donde duermen los mendigos, en la Puerta de la Villa!
POSADERO.-  ¡Ojalá y se os cierre para siempre, gorrones!
Las puertas de la Posada se cierran a la noche y a la Luna.
ESCENA IV.- EN LA QUE DON QUIJOTE VELANDO ARMAS EN LA PUERTA DE LA VILLA, SE ENCUENTRA CON DON BERNABÉ MORENO DE VARGAS, REGIDOR PERPETUO DE LA CIUDAD E INSIGNE HISTORIADOR DE LA MISMA.
La imagen de la pantalla nos lleva hasta la Puerta de la Villa. Las nieblas envuelven a la figura esbelta y derecha de Don Quijote que con la lanza en una mano, la otra mano en el pecho junto al corazón, y la cabeza en postura altanera, monta guardia ante la Puerta y bajo las estrellas. Una Luna que deslumbra preside la escena.
DON QUIJOTE.- (A la noche y a la Luna) Aquí me tienes, oh señora universal, Selene...la que alumbra el templo de Diana y la sacrosanta cima del Cerro de San Serván, mártir ejemplar e hijo de esta memorable ciudad. Y aquí me tenéis, oh nobilísima señora Dulcinea del Toboso, presto a iniciar otra nueva aventura que os llene de honor y gloria el corazón y dé mayor fama a mi nombre. Ante esta honorable Puerta que se abrió con fastos nunca vistos para ver pasar la majestad de reyes como Felipe II o Felipe III... Yo, Don Quijote de La Mancha, Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir, pido al cielo la fuerza...para unirme en el valor a los capitanes de Mérida, Alonso de Alvarado, Rodrigo de Orozco, Hernando de Monroy, Fernando de Vera, Bartolomé de Sandoval o Juan de Mérida, quienes por sus hazañas sin fin, honran el nombre augusto de tan augusto lugar...(Un ruido de pasos alerta a Don Quijote que interrumpe su oración de vela) ¿Quién va? ¿Quién osa interrumpir mi vela?























Entre la niebla aparece la enjuta figura de Don Bernabé Moreno de Vargas. Nadie podría diferenciar la figura del Regidor Perpetuo de la de Don Quijote, dado su parecido increíble.
DON QUIJOTE.- (Desenvaina la espada ante la sombra que se acerca a él)  ¿Quién vive?
MORENO DE VARGAS.- ¡Eso digo yo! ¿Quién osa cerrarle el paso a un Regidor Perpetuo de Mérida?
DON QUIJOTE.- (Se da a conocer) ¡Yo oso! ¡El Caballero de la Ilustre Pitarra de la Mártir!
MORENO DE VARGAS.- (Se ríe) Hace días que se cerraron las puerta al vino, amigo... Marchad a dormirla a otro lugar, que éste en el que estáis, está pensado para mejores acogidas...























DON QUIJOTE.- (Al verse cara a cara con Moreno de Vargas) ¡Oh, malvado Mauregato! ¿Qué encantamiento es éste? Venís a mí con mi misma porte y figura... Le miro y me miro... me mira y me estoy mirando... Como un espejo se ha vuelto la niebla... ¿No estaré de nuevo ante el Quijote falso de Avellaneda?
MORENO DE VARGAS.- (También se sorprende por el parecido) ¿Cómo os llamáis?
DON QUIJOTE.- Soy Don Quijote de la Mancha...
MORENO DE VARGAS.- ¡No puede ser! ¿En qué parte de vuestra novela se dice que entrasteis en Mérida?
DON QUIJOTE.- Respondedlo vos... que vais recorriendo España con malas artes y suplantándome... (Acerca su espada a Moreno de Vargas) ¡Pero os juro que en concluyendo mi hazaña, acabaré con vos para siempre!
MORENO DE VARGAS.- (Ríe) Envainad, amigo Quijote, porque ni soy personaje de novela como vos, ni me inventó el licenciado Avellaneda... Tampoco estáis ante ningún encantamiento. Nos parecemos, eso es todo.
DON QUIJOTE.- ¡Ya! Y así se parecieron gigantes a molinos, ovejas a soldados, y batanes a cíclopes... Decidme quién sois y qué encantamiento traéis para estas nobles gentes de Mérida.
MORENO DE VARGAS.- Mi nombre es Bernabé Moreno de Vargas, y soy hijo de Mérida, Regidor perpetuo de la Villa y en mis ratos libres, historiador de sus cosas. ¿Puedo saber qué hacéis en esta Puerta a estas horas?
DON QUIJOTE.- Velo mis armas luego de ser nombrado Caballero de la Ilustre Pitarra por la reina Egilona y el rey Abdalasis...con el fin de acabar con el encantamiento del malvado Mauregato que deja mudos a quienes mira...
MORENO DE VARGAS.- ¡Hombre de Dios! ¿No sabéis que estáis hablando de reyes del tiempo de godos...y reinas del tiempo de los moros, que ambos pueblos se asentaron aquí después de los romanos? 
 






















DON QUIJOTE.- Con su poder siguen arruinando esta ciudad...Y, lo que es peor, quieren enmudecer su nombre.
MORENO DE VARGAS.- Las ruinas de esta ciudad no continúan produciéndose por hechizos o encantamientos...sino por otras causas que sería largo enunciaros.
DON QUIJOTE.- Estáis ciego... porque he visto sepultado en el lugar de las Siete Sillas, al mayor de los Teatros que hizo Roma en Hispania...y también he visto allanado el Circo, desmembrado el Acueducto, lisiado el Templo de Diana, rotos los columbarios... arruinado el Foro y vendidas las losas de mármol de los enterramientos de patricios y otros nobles... Y eso que aún queda mucha gloria y resplandor, y palacios notables, casonas ilustres y alcázares que bien merecieran acoger a mi amada Dulcinea del Toboso como reina de Mérida... (Pueden ir desfilando como entre la niebla los lugares nombrados)
MORENO DE VARGAS.- Peores cosas se han visto, amigo Don Quijote...Que el haber sido arrebatada la silla episcopal para beneficio de Santiago de Compostela no es poco daño también...
DON QUIJOTE.- (Con cautela) ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Bernabé!
MORENO DE VARGAS.- Hasta nuestras ferias han sido tentación de gentes, como la del voto de San Gregorio, que quiso robarla el ávido conde de Medellín...
DON QUIJOTE.- Sin duda son muchos los encantamientos y peligros que acechan a Mérida...
MORENO DE VARGAS.- Pero hay uno mayor que todos...
DON QUIJOTE.- ¿Cuál?
MORENO DE VARGAS.- El de la ignorancia sobre su historia, sus costumbres, y, sobre todo, su hidalguía. Gracias a esa ignorancia hay muchos que minusvaloran su nombre, arrebatan sus privilegios antiguos, no saben administrar sus riquezas, y , sobre todo, buscan enfrentarla con aquellos pueblos que desde hace siglos siempre fueron amigos...
DON QUIJOTE.-¿Me queréis hacer creer que toda esta ruina, estos despojos, y esa historia de la que habláis y sobre la que escribís, es ignorada aún por alguien?
MORENO DE VARGAS.-Amigo Quijote, sed bienvenido a esta vuestra ciudad. Porque me temo que hacen falta muchos como vos para lograr hacer hablar a esos mudos...que callan porque no saben...Os invito, para que vuestro conocimiento sea mayor, a pasear conmigo mañana las calles de la ciudad y comprobar con vuestros ojos cómo se engalana con nuevos y hermosos templos y conventos como el de Santa Clara, o el de San Andrés, y hasta la maravilla de fábrica y compostura del convento de las concepcionistas…y, cómo no, a visitar la colección de restos que el señor Conde de la Roca guarda y estudia...(Soñando) Quién sabe si en un futuro esos restos estarán ordenados y puestos para enseñanza de quienes lleguen a Mérida, en algún Museo de importancia...
DON QUIJOTE.- Acepto vuestra invitación...pero ha de ser después del alba porque un Caballero deberá completar su vela...























MORENO DE VARGAS.- Velad, Don Quijote, velad por Mérida... velad en vuestra poesía inimitable por esta ciudad que os necesita... Y adiós, Caballero para siempre de la Ilustre Pitarra de la Mártir.
Moreno de Vargas sale de escena. Don Quijote vuelve a su postura en la Puerta de la Villa velando sus armas de Caballero. Hasta la Luna sonríe.

(continuará....)

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