Artículo de Yolanda Barroso y Francisco Morgado (antiguos historiadores del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida) en el catálogo de la exposición ANA BARRAECA, CONFLUENCIA DE CULTURAS, organizada por el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida en 1998.
Mérida es tierra de encuentros, de confluencias. Lo fue en el pasado y lo es ahora que sigue acogiendo en su espacio a numerosas personas procedentes de otros lugares. Un espacio urbano que tuvo su origen cuando se decidió crear en él Augusta Emerita y en cuya elección fue fundamental la confluencia de dos ríos: el Guadiana y el Albarregas. Después de los romanos, otros pueblos vinieron e hicieron de ella su ciudad. Unos la elevaron a la notoriedad y otros la mantuvieron en el anonimato pero siempre ha sido una ciudad viva. A los que queremos conocerla, nos interesa tanto saber como vivió sus periodos de mayor esplendor como los de su decadencia. Para ello, de nuevo se produce la confluencia inexorable en esta ciudad, de la Historia y de la Arqueología.
Sin embargo, los estudios históricos y arqueológicos relativos a Mérida han estado, tradicionalmente y en gran medida, referidos al periodo romano. Han sido una exaltacón de esos años en que Augusta Emerita, capital de la Lustitania, formaba parte e las ciudades más importantes del mundo conocido. Hoy, más en consonancia con nuestro modelo de sociedad, Mérida se ve como el resultado de dos mil años de historia, en los cuales ha habido periodos en los que la ciudad estuvo vincualda al poder, y como consecuencia nos ha dejado un importante legado cultural, pero también ha pasado por periodos en los que la lejanía del poder parecen eclipsar la historia de esta ciudad, sin tener en consideración que la historia no se compone exclusivamente de grandes hechos, acontecimientos, edificios o monumentos, sino de la acumulación sucesiva de otras muchas pequeñas realidades que configuran la vida cotidiana de una comunidad.
Por los restos que se localizan en Mérida y sus proximidades sabemos de la existencia de pobladores cuya forma de vida estaría basada en la pesca, caza y recoleccion, siendo esta zona propicia para elllo al igual que el resto de la actual Extremadura. En su afán por conseguir las piezas, dichos pobladores siguieron el itinerario de las migracines naturales de los animales hasta tejer una primera red de tránsito de la que beneficiarán, posteriormente, otros puebles. El agua fue, además, otro factor determinante en la eleccion del asentamiento, ya sea de forma provisional como en estos momentos, ya sea de forma estable como sucede después. La confluencia del Guadiana y el Albarregas delimitan ese primer espacio habitable y, es en torno a sus márgenes donde se encuentran los vestigios del Paleolítico en la zona.
La arqueología, que nos aporta datos de esos antiguos pobladores, no ha podido constatar aún la existencia de un asentamiento estable en el solar emeritense, una vez que la sendetarización del hombre fue posible de manos de la agricultura y la ganadería. Es durante el Calcolítico cuando, por primera vez, hay indicios claros de que se produzca esa ocupación resultando, además, una serie de manifestaciones artísticas que se extienden por los alrededores de la ciudad y que se relacionan con las expresiones de su modo de vida y sus creencias: pinturas rupestres, enterramientos, etc.
Con las manifestaciones del Bronce y del Hierro, llegan también las influencias de culturas orientales como la fenicia y la griega, que nos permiten suponer ciertas relaciones comerciales con estos pueblos.
Con los llamados pueblos prerromanos conocemos el asentamiento de los lusitanos al norte del Guadiana y de los turdetanos al sur; incluso tenemos noticias suficientes sobre su oposicion a la dominación romana, sobre todo por parte de los lusitanos, pero ni las fuentes escritas ni la arqueología permiten suponer la existencia de un nucleo ocupacional prerromano en el casco urbano emeritense.
Durante el periodo de conquista del territorio peninsular por parte de las legiones romanas, las antiguas vías de paso de ganado adquiren un valor estratégico tanto de crácter militar como enconómico y es en sus puntos claves donde se irán creando los asentamientos romanos. Ese es el caso de Augusta Emerita, mandada construir por Octavio Augusto en el año 25 a.C., cuando estaba a punto de concluirse la conquista de la Península. Así nos lo transmite Dión Casio, historiador romano, cuando escribe: "Terminada la guerra (de los cántabros y astures), Augusto licencio a los más veteranos de sus soldados y les concedio que fundaran una ciudad en Lusitania, llamada Augusta Emerita".
La concepción de la ciudad como un elemento más de romanización se plasma, en el caso de Augusta Emerita, adoptando los prototipos elaborados por Roma y planificando su urbanismo de acuerdo a unas bases preestablecidas. De ese modo se dota a la ciudad de todos los elementos y servicios propios de una urbe con rango de capital de un amplio territorio.
Tomando como referencia la Vía de la Plata en su entrada sur, se realiza el trazado urbano dentro de un perímetro amurallado en el cual se van a diferenciar los distintos espacion según el uso de cada uno de ellos. Nos encontramos así con dos áreas públicas o foros, destinados uno a la administración municipal y otro a la provincial. El foro municipal es el mejor conocido hasta ahora, conservándose importantes edificiaciones como el Templo de Diana, en el que se daba culto al emperador, o el Pórtico del foro. La relación entre los dos foros se establecía a través del Kardo maximus sobre el que se levantó el conocido arco, mal llamado de Trajano, presente, a diferencia de otros monumentos rescatados por la arqueología, de forma continuada en el urbanismo de la ciudad junto con los puentes. Es en estos espacios forenses donde el ciudadano emeritense desarrolla su vida pública: el paseo, el comercio, las relaciones politicas y sociales, su religiosidad, pero igual o más importante es cultivar su vida familiar. Sus casas constituyen, como en todas las épocas, su ámbito privado y familiar. Contamos con abundantes testimonios de ellos, si bien, predominan las pertenecientes a las clases sociales más elevadas, que manifiestan su posición predominante en las dimensiones de la vivienda y en sus elementos decorativos. La Casa del Mitreo, las del Anfiteatro o la recientemente excavada en Morería son ejemplos impresionantes del estilo de vida de estas clases acomodadas. La Zona Arqueológica de Morería, con sus abundantes restos de estructuras domésticas, es clave para conocer este elemento del urbanismo emeritense romano, su estructuración en manzanas de viviendas y su evolucion a lo largo del tiempo.
Otro área delimitada por su función en la correspondiente a los edificios de espectáculos públicos: teatro y anfiteatro, y un poco más alejado, junto a la vía que se dirigía de Córdoba y Toledo, el circo. La grandiosidad y espectacularidad del teatro romano, ha hecho que se convierta en un símbolo de la ciudad antigua y de la actual, debido, fundamentalmente, a que en este edificio se ha sabido conjugar su reutilización tanto para sus funciones originales como para otras manifestaciones de diverso caracter. El teatro es, además, el emblema de la arqueologia por ser su excavación, realizada a comiezos de este siglo, la primera que se acomete en Mérida de forma sistemática, siendo, también, pionera a nivel nacional.
Otras áreas como las industriales o las de necrópolis, se sitúan en torno a las vías de acceso a la ciudad, superponiéndose en algunos casos unas a otras, debido al crecimiento del núcleo urbano durante los siglos de dominación romana.
La vida en la ciudad sería impensable sin un sistema de recogida, abastecimiento y evacuación de agua que, como era habitual en Roma, se planificó paralelamente al desarrollo urbano. Pantanos como los de Cornalvo o Proserpina, captaciones de aguas minerales, conducciones como la de Los Milagros, Cornalvo o Rabo del Buey-San Lázaro, torres de distribución del agua a los diferentes puntos de la ciudad, aljibes y pozos, asi como una completa red de conducciones menores garantizaban el uso del agua a instalaciones industriales y usuarios particulares. Del mismo modo una completa red de cloacas conducía las aguas residuales y de lluvias hacia los ríos.
De la vida, obra y creencias religiosas de la población emeritense de los primeros siglos de nuestra era, contamos con abundantes muestras pictóricas, escultóricas, numismáticas, epigráficas, así como útiles profesionales y de uso cotidiano, algunos de los cuales ahora se presentan, si bien otros muchos se custodian en el Museo Nacional de Arte Romano.
Las relaciones políticas, económicas y militares de Augusta Emerita con las más diversas partes del Imperio, hace que ya desde el s.III se constate en ella la introduccion de la nueva religiosidad representada por el cristianismo. Particularmente significativas para Merida serian las persecuciones decretadas por Diocleciano ya que durante ellas se produce el martirio de Santa Eulalia, a quien se adoptará como patrona y en torno a su figura girará el desarrollo del cristianismo a través de los siglos.
Diversos factores provocan una reorganización administrativa del Imperio en el s.IV que eleva a Emerita a un nuevo rango de capitalidad, al convertirse en la residencia del vicarius de la Diocesis Hispaniorum y que va a suponer una reestructuración urbanística de la ciudad.
Las incursiones que comienzan a producirse en varios puntos de los territorios dominados por Roma se hacen sentir en Mérida a comienzos del siglo V, con la llegada de suevos, vándalos y alanos, aunque serán los visigodos, aprovechando la decadencia de la autoridad imperial, los que definitivamente sustituyan a las clases dominantes romanas. Comienza para Mérida un periodo político en el que se convierte en capital de una de las seis provincias de Hispania, residiendo en ella el dux y llegando a ser, durante un corto periodo de tiempo, capital del reino visigodo. De nuevo, las circunstancias políticas y religiosas provocan una reordenación del espacio urbano que va a introducir como elementos innovadores la construcción de residencias para los poderes políticos y religiosos como son palacios, hospitales y escuelas, impulsados en su mayor parte por los obispos Paulo, Massona y Fidel. Todos estos edificios nos son transmitidos por Paulo, dicácono, a través de su obra: "Vida y Milagros de los Padres Emeritenses", que además constituye una fuente fundamental para conocer la vida de la ciudad en ese periodo. La arqueología, sobre todo en los últimos años, está sacando a la luz interesantísimos restos visigodos que, ademas, confirman la veracidad de la obra mencionada: el Xenodoquio - hospital - o la Basílica de Santa Eulalia son algunos de los ejemplos más significativos. Fuera de la ciudad, se levantaron basílicas e importantes monesterios como el de Cubillana. Una gran coleccion de piezas escultóricas relacionadas con la arquitectura y la liturgia de este periodo se encuentra expuesta en la Iglesia de Santa Clara. Se trata, en definitiva, de un brillante periodo artístico y cultural no exento de enfrentamientos entre defensores de la fe cristiana y arriana, encabezados los primeros por el obispo Massona y que finalizará con la victoria de éstos.
La llegada de los musumanes a principios del siglo VIII, al mando de Muza, no supone, en principio, una ruptura con la tradición de la ciudad ya que sigo siendo capital de la Marca Inferior. Sin embargo las continuas revueltas protagonizadas por sus habitantes haran que se tomen una serie de medidas de represalias que serán determinantes para Mérida. En esos momentos de convulsiones se erige la alcazaba, primera edificación defensivo-militar construida por los árabes en la península para proteger tanto a sus clases dirigentes como a sus adeptos. Los cambios políticos que se suceden durante el dominio musulmán afectan a la ciudad que, paulatinamente, ve retroceder su hegemonía desde el punto de vista civil, al verse privada de los órganos de decisión política y, desde una ooptica religiosa, por el traslado de la comunidad cristiana a Badajoz. A partir de este momento, Mérida pierde las características que la definiían como nucleo urbano pincipal (administración, servicios, industrias artesanales...) para convertirse en una simple polación rural, en la que sus actividades mas destacadas serán la agricultura y la ganadería.
Tras la reconquista cristiana, en 1230, Mérida no pudo recuperar la sede su arzobispado en beneficio de la ciudad de Santiago de Compostela, a donde se trasladó durante la ocupación musulmana y pasa a depender de la jurisdicción de la Orden de Santiago. Bajo sus auspicios Merida continía siendo un pequeño nucleo rural que comenzaría a reconstruir alguno de sus antiguos edificios religiosos como la iglesia de Santa Eulalia o la de Santa María, heredera, según la tradición, de la antigua catedral metropolitana denominada de Santa Jerusalén. La fisonomía de ambas iglesias ponen de manifiesto la escasez de recursos con que debía contar la población. Lo mismo sucede con las nuevas edificaciones que se van incorporando a la ciudad y el resultado de ello va a ser que, desde estas fechas y hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se hable o se escriba de Mérida se va a hacer destacando su "glorioso" pasado. Son siglos en los que los acontecimientos históricos de la ciudad se diluyen en los regionales o peninsulares. Debido a su situación estratégica y al paso que suponía el puente sobre el río Guadiana, solo aparece en el panorama nacional con motivo de algunas contiendas o por ser paso obligado de comitivas regias. La vida cotidiana transcurre como la de cuualquier pequeño núcleo rural, dedicado fundamentalmente a la ganadería y bajo el peso de una estructura latifundista que, iniciada con los visigodos, se consolida hasta la actualidad.
En la iglesia de Santa Eulalia, como transportadas del norte en el momento de la conquista cristiana, se levantaron, siguiendo las trazas del románico, portadas que no dejaron de ser un anacronismo a medados del siglo XIII, fecha en que debieron construirse.
Mayor desarrollo tendría el estilo gótico, apreciable tanto en la iglesia de Santa Eulalia como en la de Santa María. En ambas, se puede reconocer el reaprovechamiento de materiales de época clásica para sus reconstrucciones. Este hecho es una constante en la Historia del Arte de Mérida hasta fechas muy recientes.
Durante el reinado de Isabel y Fernando, tiene lugar un periodo de desarrollo económico que afecta a Mérida. Este auge se constata en las obras que se realizan tanto en iglesias como en palacios y en obras públicas, entre las que se puede destacar la reconstrucción del puente romano o la traza, en los primeros años del siglo XVI, de una nueva arquería para el acueducto de Rabo de Buey-San Lázaro. La actividad constructiva en este siglo se muestra abundante en Mérida. Así lo testifican las estructuras del palacio de los Corbos que se embuten en el Templo de Diana o el edificio situado en la calle del Puente. De nueva planta comienza a construirse, también, el conventual de las Freylas santiaguistas anexo a la Puerta de Perdones de Santa Eulalia.
Tímidamente parecen recuperarse, aunque de forma temporal, ciertos órganos de poder para Mérida como fue la instalación del Priorato de San Marcos de León en el Conventual emeritense que se edificó en uno de los ángulos de la Alcazaba, en 1563.
Los años finales del siglo XVI y primer cuarto del siglo XVII son testigos de varias fundaciones conventuales. En esos momentos se erigen los conventos de a Inmaculada Concepción, Santa Clara, San Andrés y San Juan de Dios.
Original resulta la composición del hornito de Santa Eulalia, tan arraigado en la tradicicón popular de los habitantes de Mérida. Siguiendo con el programa de ornato público, desarrollado en el s. XVII, se instala en la Rambla el Obelisco de Santa Eulalia, corroborando la tradición de recuperar piezas del legado clásico.
A este periodo de expansion le sucede la recesión que impone a todoa la comarca de Mérida la guerra con Portugal. Su población diezmada, no puede contribuir con los continuos requerimientos de provisiones o alojamientos de soldados que, rapidamente, se le imponen. Esta misma imagen se repite con la Guerra de Sucesión a comienzos del siglo XVIII.
Las construcciones religiosas barrocas del siglo XVIII se manifiestan en Mérida en todo su esplendor tanto en sus estructuras como en sus ornamentaciones. Las plantas de las iglesias del hospital de San Juan de Dios, del Convento de Jesús y de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen son ejemplos de un periodo cultural poco valorado en la ciudad.
La invasión francesa deja una profunda huella en la ciudad al ser destruida en gran parte.
Es a mediados del s. XIX cuando parece vislumbrarse un renacer de Mérida con la instalacion de incipientes industrias derivadas del corcho en consonancia con su medio agroganadero. Pedro María Plano y García, alcalde de la ciudad, en su obra "Ampliaciones de la Historia de Mérida", lo expresa de manera muy clara en los siguientes témrinos: "Desde que en el año 1864 se oyó por primera vez en Extremadura el silbido de la locomotora, Mérida ha crecido en vecindario notablemente y dado un gran paso hacia su regeneración".
A finales del s. XIX y principios del actual comienza un nuevo programa regeneracionista que deja sus huellas en abundantes obras de infraestructura (primera circunvalación de Mérida, puente del Ferrocarril....), construcciones neoclásicas, eclécticas y modernistas (fuente de la plaza, edificio del Ayuntamiento, colegio público Trajano, mercado de Calatrava, Plaza de Toros). En el aspecto cultural se fundó el primitivo museo y comienzan las primeras excavaciones sistemáticas que pondrán en valor el importante legado cultural romano. Durante la decada de los años 50 se asiste a un fuerte impulso industrial con la implantación de diversas industrias cárnicas, hilaturas, corchera. Un nuevo puente sobre el Guadiana sienta las bases para poner en marcha un nuevo proyecto de ensanche para la ciudad del siglo XX.
Y, una vez más, con la recuperacion de la Democracia en España y la reorganización del territorio nacional en Comunidades Autónomas, Mérida vuelve a acoger la sede de las Instituciones Autonomicas y la capitalidad de Extremadura, ejerciendo así una de las constantes históricas que mejor pueden definir a esta ciudad que se fundó para ello.
Como en el pasado, se ha impuesto una modernización de su solar, reestructurando su urbanismo. Fruto de este proceso son las importantes edificaciones que desde la década de los años 80 se vienen sucediendo en Mérida y que, asu vez, están contribuyendo a la exhumacion de restos arqueológicos como ha sucedido en el espacio ocupado por el Museo Nacional de Arte Romano o las Nuevas Consejerías. Se ha levantado un nuevo puente sobre el Guadiana que comunica con edificaciones como las del hospital, central de teléfonos, televisión, biblioteca pública del Estado,.. También se han remodelado antiguos espacios urbanos para asentar a las nuevas instituciones (Asambea de Extremadura, Presidencia de la Junta de Extremadura). Así mismo, se crean constantemente nuevas zonas ajardinadas, centros deportivos...
En poco más de una década ha dupliado su población creando importantes barrios y zonas residenciales para acoger a ese flujo inmigratorio que está recibiendo.
En consonancia con la recuperación de antiguos poderes, en 1993 se restituyó el arzobispado, dignidad ya histórica para Mérida, y ahora compartida con la ciudad de Badajoz.
Portada del convento de las Freylas de Santiago. Foto: F. Morgado
Otras áreas como las industriales o las de necrópolis, se sitúan en torno a las vías de acceso a la ciudad, superponiéndose en algunos casos unas a otras, debido al crecimiento del núcleo urbano durante los siglos de dominación romana.
La vida en la ciudad sería impensable sin un sistema de recogida, abastecimiento y evacuación de agua que, como era habitual en Roma, se planificó paralelamente al desarrollo urbano. Pantanos como los de Cornalvo o Proserpina, captaciones de aguas minerales, conducciones como la de Los Milagros, Cornalvo o Rabo del Buey-San Lázaro, torres de distribución del agua a los diferentes puntos de la ciudad, aljibes y pozos, asi como una completa red de conducciones menores garantizaban el uso del agua a instalaciones industriales y usuarios particulares. Del mismo modo una completa red de cloacas conducía las aguas residuales y de lluvias hacia los ríos.
De la vida, obra y creencias religiosas de la población emeritense de los primeros siglos de nuestra era, contamos con abundantes muestras pictóricas, escultóricas, numismáticas, epigráficas, así como útiles profesionales y de uso cotidiano, algunos de los cuales ahora se presentan, si bien otros muchos se custodian en el Museo Nacional de Arte Romano.
Las relaciones políticas, económicas y militares de Augusta Emerita con las más diversas partes del Imperio, hace que ya desde el s.III se constate en ella la introduccion de la nueva religiosidad representada por el cristianismo. Particularmente significativas para Merida serian las persecuciones decretadas por Diocleciano ya que durante ellas se produce el martirio de Santa Eulalia, a quien se adoptará como patrona y en torno a su figura girará el desarrollo del cristianismo a través de los siglos.
Templo de Diana. Palacio de los Corbos. Foto: F. Morgado
Una vez promulgado el Edicto de Milán que permitía la libertad de culto, en Mérida se asienta una de las tres sillas arzobispales que se instauran en la Península, dependiendo de ella doce obispados. Se inicia en esos momentos una nueva forma de poder, representada por la iglesia, que va a ser, a su vez, uno de los elementos desintegradores del Imperio.
Las incursiones que comienzan a producirse en varios puntos de los territorios dominados por Roma se hacen sentir en Mérida a comienzos del siglo V, con la llegada de suevos, vándalos y alanos, aunque serán los visigodos, aprovechando la decadencia de la autoridad imperial, los que definitivamente sustituyan a las clases dominantes romanas. Comienza para Mérida un periodo político en el que se convierte en capital de una de las seis provincias de Hispania, residiendo en ella el dux y llegando a ser, durante un corto periodo de tiempo, capital del reino visigodo. De nuevo, las circunstancias políticas y religiosas provocan una reordenación del espacio urbano que va a introducir como elementos innovadores la construcción de residencias para los poderes políticos y religiosos como son palacios, hospitales y escuelas, impulsados en su mayor parte por los obispos Paulo, Massona y Fidel. Todos estos edificios nos son transmitidos por Paulo, dicácono, a través de su obra: "Vida y Milagros de los Padres Emeritenses", que además constituye una fuente fundamental para conocer la vida de la ciudad en ese periodo. La arqueología, sobre todo en los últimos años, está sacando a la luz interesantísimos restos visigodos que, ademas, confirman la veracidad de la obra mencionada: el Xenodoquio - hospital - o la Basílica de Santa Eulalia son algunos de los ejemplos más significativos. Fuera de la ciudad, se levantaron basílicas e importantes monesterios como el de Cubillana. Una gran coleccion de piezas escultóricas relacionadas con la arquitectura y la liturgia de este periodo se encuentra expuesta en la Iglesia de Santa Clara. Se trata, en definitiva, de un brillante periodo artístico y cultural no exento de enfrentamientos entre defensores de la fe cristiana y arriana, encabezados los primeros por el obispo Massona y que finalizará con la victoria de éstos.
Claustro del Hospital de San Juan de Dios, actual Asamblea de Extremadura. Foto: F. Morgado
Tras la reconquista cristiana, en 1230, Mérida no pudo recuperar la sede su arzobispado en beneficio de la ciudad de Santiago de Compostela, a donde se trasladó durante la ocupación musulmana y pasa a depender de la jurisdicción de la Orden de Santiago. Bajo sus auspicios Merida continía siendo un pequeño nucleo rural que comenzaría a reconstruir alguno de sus antiguos edificios religiosos como la iglesia de Santa Eulalia o la de Santa María, heredera, según la tradición, de la antigua catedral metropolitana denominada de Santa Jerusalén. La fisonomía de ambas iglesias ponen de manifiesto la escasez de recursos con que debía contar la población. Lo mismo sucede con las nuevas edificaciones que se van incorporando a la ciudad y el resultado de ello va a ser que, desde estas fechas y hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se hable o se escriba de Mérida se va a hacer destacando su "glorioso" pasado. Son siglos en los que los acontecimientos históricos de la ciudad se diluyen en los regionales o peninsulares. Debido a su situación estratégica y al paso que suponía el puente sobre el río Guadiana, solo aparece en el panorama nacional con motivo de algunas contiendas o por ser paso obligado de comitivas regias. La vida cotidiana transcurre como la de cuualquier pequeño núcleo rural, dedicado fundamentalmente a la ganadería y bajo el peso de una estructura latifundista que, iniciada con los visigodos, se consolida hasta la actualidad.
Frontón, Portada Iglesia de las Concepcionistas. Foto: F. Morgado
Mayor desarrollo tendría el estilo gótico, apreciable tanto en la iglesia de Santa Eulalia como en la de Santa María. En ambas, se puede reconocer el reaprovechamiento de materiales de época clásica para sus reconstrucciones. Este hecho es una constante en la Historia del Arte de Mérida hasta fechas muy recientes.
Durante el reinado de Isabel y Fernando, tiene lugar un periodo de desarrollo económico que afecta a Mérida. Este auge se constata en las obras que se realizan tanto en iglesias como en palacios y en obras públicas, entre las que se puede destacar la reconstrucción del puente romano o la traza, en los primeros años del siglo XVI, de una nueva arquería para el acueducto de Rabo de Buey-San Lázaro. La actividad constructiva en este siglo se muestra abundante en Mérida. Así lo testifican las estructuras del palacio de los Corbos que se embuten en el Templo de Diana o el edificio situado en la calle del Puente. De nueva planta comienza a construirse, también, el conventual de las Freylas santiaguistas anexo a la Puerta de Perdones de Santa Eulalia.
Tímidamente parecen recuperarse, aunque de forma temporal, ciertos órganos de poder para Mérida como fue la instalación del Priorato de San Marcos de León en el Conventual emeritense que se edificó en uno de los ángulos de la Alcazaba, en 1563.
Los años finales del siglo XVI y primer cuarto del siglo XVII son testigos de varias fundaciones conventuales. En esos momentos se erigen los conventos de a Inmaculada Concepción, Santa Clara, San Andrés y San Juan de Dios.
Original resulta la composición del hornito de Santa Eulalia, tan arraigado en la tradicicón popular de los habitantes de Mérida. Siguiendo con el programa de ornato público, desarrollado en el s. XVII, se instala en la Rambla el Obelisco de Santa Eulalia, corroborando la tradición de recuperar piezas del legado clásico.
A este periodo de expansion le sucede la recesión que impone a todoa la comarca de Mérida la guerra con Portugal. Su población diezmada, no puede contribuir con los continuos requerimientos de provisiones o alojamientos de soldados que, rapidamente, se le imponen. Esta misma imagen se repite con la Guerra de Sucesión a comienzos del siglo XVIII.
Mercado de Calatrava. Foto: F. Morgado
Las construcciones religiosas barrocas del siglo XVIII se manifiestan en Mérida en todo su esplendor tanto en sus estructuras como en sus ornamentaciones. Las plantas de las iglesias del hospital de San Juan de Dios, del Convento de Jesús y de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen son ejemplos de un periodo cultural poco valorado en la ciudad.
La invasión francesa deja una profunda huella en la ciudad al ser destruida en gran parte.
Es a mediados del s. XIX cuando parece vislumbrarse un renacer de Mérida con la instalacion de incipientes industrias derivadas del corcho en consonancia con su medio agroganadero. Pedro María Plano y García, alcalde de la ciudad, en su obra "Ampliaciones de la Historia de Mérida", lo expresa de manera muy clara en los siguientes témrinos: "Desde que en el año 1864 se oyó por primera vez en Extremadura el silbido de la locomotora, Mérida ha crecido en vecindario notablemente y dado un gran paso hacia su regeneración".
A finales del s. XIX y principios del actual comienza un nuevo programa regeneracionista que deja sus huellas en abundantes obras de infraestructura (primera circunvalación de Mérida, puente del Ferrocarril....), construcciones neoclásicas, eclécticas y modernistas (fuente de la plaza, edificio del Ayuntamiento, colegio público Trajano, mercado de Calatrava, Plaza de Toros). En el aspecto cultural se fundó el primitivo museo y comienzan las primeras excavaciones sistemáticas que pondrán en valor el importante legado cultural romano. Durante la decada de los años 50 se asiste a un fuerte impulso industrial con la implantación de diversas industrias cárnicas, hilaturas, corchera. Un nuevo puente sobre el Guadiana sienta las bases para poner en marcha un nuevo proyecto de ensanche para la ciudad del siglo XX.
Vista de Mérida desde el interior de la Alcazaba. Foto: Yolanda Barroso
Y, una vez más, con la recuperacion de la Democracia en España y la reorganización del territorio nacional en Comunidades Autónomas, Mérida vuelve a acoger la sede de las Instituciones Autonomicas y la capitalidad de Extremadura, ejerciendo así una de las constantes históricas que mejor pueden definir a esta ciudad que se fundó para ello.
Como en el pasado, se ha impuesto una modernización de su solar, reestructurando su urbanismo. Fruto de este proceso son las importantes edificaciones que desde la década de los años 80 se vienen sucediendo en Mérida y que, asu vez, están contribuyendo a la exhumacion de restos arqueológicos como ha sucedido en el espacio ocupado por el Museo Nacional de Arte Romano o las Nuevas Consejerías. Se ha levantado un nuevo puente sobre el Guadiana que comunica con edificaciones como las del hospital, central de teléfonos, televisión, biblioteca pública del Estado,.. También se han remodelado antiguos espacios urbanos para asentar a las nuevas instituciones (Asambea de Extremadura, Presidencia de la Junta de Extremadura). Así mismo, se crean constantemente nuevas zonas ajardinadas, centros deportivos...
En poco más de una década ha dupliado su población creando importantes barrios y zonas residenciales para acoger a ese flujo inmigratorio que está recibiendo.
En consonancia con la recuperación de antiguos poderes, en 1993 se restituyó el arzobispado, dignidad ya histórica para Mérida, y ahora compartida con la ciudad de Badajoz.
Obra de reforma de la Plaza de España. Foto: Y. Barroso
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