sábado, 28 de junio de 2014

MEDEA 1933

El próximo miércoles, 2 de julio, se estrena la 60 Edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida. Nosotros recordamos en esta entrada el estreno del Festival, que tuvo lugar la tarde del 18 de junio de 1933, como homenaje a aquellas personas que lo hicieron posible.

 
Miguel de Unamuno con Margarita Xirgu y Enrique Borras. 
Foto: Casa - Museo Unamuno - Universidad de Salamanca

El proyecto definitivo de recuperar el Teatro Romano de Mérida y de promover las grandes obras clásicas se gestó después del estreno de "El otro" (en la imagen), de Miguel de Unamuno y protagonizada por Margarita Xirgu y Enrique Borrás. En 1932 Unamuno recibió el encargo de traducir la "Medea" de Séneca, tras una conversacion con la actriz y el entonces ministro de Instruccion Pública y Bellas Artes, Fernando de los Ríos.
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Unamuno, flanqueado por Borrás, Rivas Cherif y Xirgu, da lectura de su adaptación de Medea de Seneca. Fotografía: EFE/TVE

A raíz del estreno "Del Otro" de Miguel de Unamuno, en la tertulia del saloncito del Teatro Español, la Xirgu recuerda una representación que hizo de "Elektra", la heroina de Sófocles revivida para Hofmannsthal, en las ruinas de Chapultepec y expresa el deseo de montar alguna pieza clásica de ascendencia española. Uno de los contertulianos, Fernando de los Ríos, reivindica Séneca como autor dramático, diciendo que las tragedias españolas de Séneca son tan bellas como las griegas. Y no es cierto que no sean teatrales. Si en su época no se representaron, fue porque las representaciones teatrales estaban en decadencia. Y es una pura injusticia que en España no se hayan representado nunca: una injusticia que haría falta reparar.

Otro contertuliano, Unamuno, suelta que si la Xirgu quiere representar una tragedia del escritor latino, él está dispuesto a traducirla. Lo hizo con tanto desinterés qué no quería cobrar los derechos de autor. A las dos semanas el rector de la universidad de Salamanca entregaba la versión castellana a la actriz.

Maximiliano Macías y José Ramón Mélida. Foto: MNAR


Margarita escoge Medea y propone que se estrene en el teatro romano de Mérida. Rivas Cherif, con su dinamismo y fértil ingenio, obvió los tropiezo. Sin embargo, José Ramón Mélida, Director de las Excavaciones de Mérida, no era partidario del proyecto. Lo que lo hizo variar radicalmente de actitud fue la respuesta de la actriz cuando él le preguntó qué pensaba montar en el teatro para la representación:

--Nada!
-Nada? repitió él con sorpresa, incrédulo. ¿Ni instalaciones eléctricas?
-No! ¡Y si fuera posible que nos sacaran todos los hilos eléctricos de los alrededores aun saldriamos ganando!


Aquellos fueron dias de gran agitación para Andrés Nieto Carmona (en la imagen), el alcalde socialista que entonces presidía el Ayuntamiento de Mérida, que se volcó con la celebración y organizó una serie de actos en torno a la representación. Una hora antes de inicio de la función tuvo lugar una recepción en el Ayuntamiento, en la que participaron el Presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña, y el embajador de Italia en España, Raffaele Guariglia, quien regaló a la ciudad de Mérida un ramo de laurel del Capitolio. A través de los Diarios de Azaña, conocemos las divergencias politicas que se escondían detrás del acto, con la Italia fascista de Mussolini frente a la España republicana.

"Fui al Ayuntamiento, donde se celebró la recepción, bastante sosa y desorganizada, como en las comedias de Lope (...). Hizo su entrada el exuberante señor Guariglia (que) desgrano un discurso en el que trató sobre el Imperio, la cultura romana y otros valores, a la manera fascista. Le contesté debatiéndome entre la dificultad de no aceptar el fascismo y de ser complaciente con la "herman" Italia. Al final, todos romanizados, todos latinos y todos muy felices."

























Miguel Xirgu, hermano de Margarita, fue el figurinista de Medea, diseñando el vestuario de nada menos que 120 participantes, entre ellos, el de Jasón, que Enrique Borrás consservó hasta su muerte. Imagen: Museu de Badalona.

El éxito de la representación de Medea se repitió en otros lugares de España y Margarita Xirgu quiso representarla en Hispanoamérica, por lo que le pidió a Manuel Muntanyol aque le pintase un cartel. Cuando el dibujante español lo escuchó, cogió una barra roja de labios del tocador de la actriz y con unos trazos espontáneos, surgió la actriz en una de sus impresionantes actitudes trágicas en la obra. Imagen: Archivo privado de Antonina Rodrigo.




 El anuncio de la representacion de Medea en el Teatro Romano de Mérida, como Primer Festival de Arte Clásico, dentro de un Ciclo de Expansion Cultural propiciado por el Gobierno de la II República, despertó un gran interés en toda España. Desde distintos puntos de la geografía partieron autobuses y trenes hasta la capital extremeña. El Patronato Nacional de Turismo organizó viajes combinados en autobús, con gastos y dos días de excursión incluidos, que costaba 80 pesetas; una auténtica fortuna para la época. Las localidades se vendieron a distintos precios, costando 25 pesetas la más cara y 5 la más barata. Como opción intermedia, entradas a 10 pesetas, como la que se muestra en la imagen sobre estas líneas. Imágenes: Archivo Festival de Mérida / Archivo Carlos J. Carvajal Crespo


Programa de mano de Medea. Institut de Teatre de Barcelona.


Fotografía: Archivo Manuel Cáceres
 
El apoyo del Gobierno de la II República a la representación de Medea se demostró no sólo por la subvención de 50.000 pesetas destinada al proyecto, sino también por la presencia en Mérida de destacados miembros, como el Presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña, el ministro de Instrucción Pública, Fernándo Barnés, y el entonces ministro de Estado y uno de los grandes promotores, Fernando de los Ríos. En esta imagen, Azaña y Barnés en el palco de autoridades. Delante de ellos, en las filas de la orchestra, Miguel de Unamuno. Foto: Archivo Manuel Cáceres.

Palco de autoridades: Fernando de los Ríos (Ministro de Estado), Manuel Azaña (Presidente del Gobierno), Francisco Barnés (Ministro de Instrucción Pública) y Andrés Nieto Carmona (Alcalde de Mérida).

"Me instalaron con todo mi sequito en el primer rellano de la gradería y, allí, hecho un procónsul, me dispuse a entregarme al suceso. La majestad del lugar, reavivado después de tantos siglos con la presencia de la muchedumbre, era impresionante. Ayudaba la calidad de la tarde, suave y luminosa, transida por los rayos de poniente." Manuel Azaña.

Foto: Archivo Diario Hoy

De los 3.000 espectadores que aquel día asistieron a la representación de Medea, "no llegarían a quiniestas las personas de calidad que, por su situación oficial, sus corresponsalías o su abnegada afición, arrostraron las molestias del viaje y el mal hospedaje en el rico pero impreparado pueblo extremeño", narró Cipriano Rivas Cherif en el libro "Como hacer teatro". Entre los asistentes se encontraban Margarita Nelken, diputada y amiga de Xirgu, los también diputados Díaz Hernández y Ballesteros, el doctor Marañón con su hija Carmen, el alcalde de Madrid, Miguel de Unamuno con tres de sus hijos, el embajador italiano Guariglia y otras personalidades como Bernardo Giner, Patricio Azcárate, Teodomiro Menéndez y Rafael Salazar Alonso. Imagen de entrada del público. Archivo Diario HOY.

Margarita Xirgu representando Medea. Foto: margaritaxirgu.es

El reparto de actores fue:

La Nodriza: Amalia Sánchez Ariño.
Creonte: Alberto Contreras.
Jasón: Enric Borrás.
El Mensajero: Pedro López Lagar.
Primer Coreuta: Enrique Álvarez Diosdado.
Segundo Coreuta: Enric Guitart.
Medea: Margarida Xirgu.

Y los actores: Luis Torner, José Cañizares, Fernando Porredón y Ricardo Merino y 120 figurantes. Con el director: Cipriano de Rivas Cherif; los directores del conjunto escénico: Laura Bové, Pilar Muñoz, Eloísa Vigo, María Arias, Amanda Nalda, Panchuli Meller, Fernando Aguirre y Miquel Ortín.

Foto: Barrera

"En este teatro romano de Mérida, desenterrado al sol, se ha representado la tragedia Medea, del cordobés Lucio Anneo Séneca. La desenterré de un latín barroco para ponerla, sin cortes ni glosas, en prosa de paladino romance castellano, lo que ha sido también restaurar ruinas. Pretendí con mi versión hacer resonar bajo el cielo hispánico de Mérida el cielo mismo de Córdoba, los arranques conceptistas y culteranos de Séneca, pero en la lengua brotada de las ruinas de la suya. El suceso mayor se ha debido a la maravillosa y apasionante interpretación escénica de Margarita Xirgu, que en este atardecer ha llegado al colmo de su arte. Sobre el escenario de piedras seculares, bajo el cielo de ocaso, se cernía pausadamente una cigüeña, la misma de hace veinte siglos." Miguel de Unamuno.
 
Foto: Archivo José Luis de la Barrera

 Foto:Instituto del Teatro de Barcelona

Un buen día de junio de 1933, y ante el éxtasis del arqueólogo descubridor del monumento, temeroso hasta entonces de que unos cómicos presumidos pudieran profanar la dignidad magnífica de aquel lugar augusto, las primeras notas del Orfeo de Gluck por la orquesta Filarmónica de Madrid que dirigía su veterano fundador Pérez Casas, hendieron el aire de la tarde haciendo volar a las palomas anidadas en la ruina ilustrísima dando comienzo al ensayo de la Medea.

Y empezaron a cumplirse los prodigios que de los cielos esperaba yo: fue el primero que Margarita se viera de pronto acometida del furioso enjambre de abejas salidas del pedestal de una de las estatuas que adornaban el fondo de la escena, las cuales, reproducidas en yeso de las primitivas llevadas al Museo de Mérida para su mejor conservación, rompían la armonía de los antiguos mármoles en la luz crepuscular. Don José Ramón Mélida, hasta entonces resistente a cualquier trastorno en la apariencia actual del monumento a su cuidado, tan ganado estaba ya en virtud de la representación misma, que se precipitó a dar las órdenes pertinentes a que en un carro de bueyes, muy luego proveído, fueron sacadas de allí las replicas en cuestión y con ellas el enjambre de abejas que hubo quien quiso abrasar después de dispersas que fueron con humo de hogueras como es uso de campesinos a la sazón.


Y no solo se llevaron las estatuas, sino que nos trajeron sendas piedras sepulcrales con que disimular al apuntador que don Enrique Borrás había menester en diversos lugares de aquella escena inmensa de 60 metros de boca. Por otra parte, la prueba de la acústica del local había resultado perfecta con colocar en el centro del escenario un despertador cuyo tic tac se oía desde la última fila de la cávea o gradería superior. De entonces sé la ventaja de las representaciones dramáticas sin que haya menester altavoces en locales o lugares abiertos, como el teatro griego del parque de Montjuich en Barcelona, sumidos en una cavidad del terreno.


La representación colmó nuestras esperanzas con el cumplimiento de mis espiraciones. Pocas veces he experimentado un sentimiento tan azarosamente placentero como cuando a los últimos acordes de la orquesta del Orfeo, Margarita Xirgu apareció, brazos en alto, entre las altísimas columnas de la puerta central, vestida de una túnica de fuego y declamó al grito herido que la tragedia pide, la magnífica imprecación con que se abre la Medea de Séneca:


“Dioses conyugales, y tú Lucina, guardiana del lecho nupcial, y tú, duro señor del mar de fondo, Titán, que repartes el claro día al orbe y tú, Hécate triforme que das de testigo tu resplandor a los callados sacrificios… simas de la noche eterna, regiones contrarias a los Altísimos, ánimas en pena, soberano del reino triste y soberana a que arrebató su mejor fiel, con voz malhadada os invoco. Acá, acá, acá, acorredme, diosas vengadoras de agravios… Cíñete pues de rabia y prepárate con todo furor al exterminio… Como surgió por crimen, por crimen hay que abandonar esta casa."


Una ovación cerrada en un bando de palomas fugitivas coronando la figura de la actriz selló la primera escena, después de la cual suspendido el aliento de los espectadores, dimos la tragedia de un solo tirón, sin otro respiro que el señalado por la intervención del entreverado de actores y soldados andaluces de la guarnición de Badajoz, a quienes bastó dos ensayos para componer graciosamente frisos improvisados a su aire natural que el ministro de Instrucción (Francisco Barnés) atribuía a mi paciente estudio de no sé qué vasos y frontones, reproducidos, creía él, que no inspirados como lo fueron, en la sola gracia -personalísima, repito- de aquellos andaluces intuitivos, no más que enseñados de un día para otro, a no mirar al público, y sí sólo a cada personaje que hablara, volviendo hacia él la cabeza sin descomponer el cuerpo, girando sobre los talones que en efecto, les hacía componer armoniosas figuras adecuando todo el movimiento de las manos a la euritmia no acompasada de la música con que entraban y salían.


Pero si la representación entera, encuadrada por las líneas del monumento, adquirió la presentación de un conjunto sin tacha, Margarita Xirgu, excelente como verdadera protagonista entre todos los demás personajes, alcanzó aquella tarde ese límite apenas asequible y desde luego insuperable en que el arte de un intérprete colabora con la eternidad del poeta dramático. Transfigurada, arrebatada de voz y de acento, arrebató al público clamoroso al final (arrojándole a Jasón los cadáveres de sus dos hijos): “Me mandas que me ablande (mata al segundo hijo). Bien está, se acabó ya. Ya no me queda rencor, nada más que brindarte. Alza los ojos, Jasón. ¿Reconoces a tu mujer? Así es como suelo escaparme. Se me abre el camino del cielo. Dos dragones rinden sus escamosos cuellos al yugo. Toma tus hijos, tú, su padre. Yo me iré por los aires en el alado carro” (Recipe iam natos, parens; ego inter auras aliti curru vehar).


Y Jasón que responde: “Vete por los hondos espacios del alto firmamento a atestiguar por donde pases que no hay dioses” (Per alta vade spatia sublimi aethernis testare nullos esse qua veheris deos -a atestiguar que no hay dioses por donde tú pasas-). Fue al final, la más romana ovación que jamás he visto en el teatro, y que mi fortuna me llevaba a compartir de la mano de ella, y Unamuno al otro lado, y el viejecito arqueólogo llorando como yo le había visto sólo la tarde antes en el ensayo general ante la realización de aquel sueño de piedra que nunca se había atrevido a prometerse. Y digo que los dioses participaron en el holocausto porque entre dos luces ya, de la tarde agonizante y la primera estrella de la noche a punto de salir, como los versos anuncian y cumplidos rigurosamente ateniéndonos a la hora de comenzar el espectáculo, cuando Medea, en la mano el traje de boda de Areusa, su rival por quien Jasón la repudia como esposa, procede al sortilegio que ha de hechizar a la novia, un bando de cigüeñas, ave la más parecida al Iris sagrado, voló muy bajo sobre el escenario, repetidamente, coronando como augurio trágico, la cabeza de la actriz (La cigüeña era emblema o símbolo de la diosa Pietas, la Piedad, y la piedad siendo la que presidía la relación entre los padres y los hijos, y una vieja tradición romana enseñaba que las cigüeñas tenían la costumbre de alimentar a sus padres ancianos. Era también símbolo de la concepción).


Y se hundió el sol, y salió la luna a su tiempo también para lo que habíamos acomodado la representación a la letra del texto, pensando como así era y es, que a su vez el texto se acomodaba al uso de las representaciones, a determinadas horas de la tarde y en teatros como el de Mérida orientados conforme a tal necesidad. Prueba más que concluyente sobre todas las Academias por los siglos, de que Séneca no escribió sus tragedias para ser leídas, y que si leídas fueron y no representadas, fue porque, muy superior al público medio de su tiempo, las guardaba, falto de ocasión más propia, para los Ateneos que en Roma había, sin competencia posible en los teatros, con los toros, el fútbol y sobre todo el boxeo, que constituían las diversiones agotadoras de la Roma decadente.

Cuando Medea-Margarita, en un carro dorado tirado por veinte hombres, desnudo el torso y confundidos sin humanidad aparente con un monstruo de brazos y piernas disformemente entrelazados, cruzó el escenario arrebatada a los infiernos entre la turbamulta de 400 comparsas con antorchas, y la voz magnífica de Borrás clamó “Que no hay dioses por donde tú pases”, el Olimpo dio una nueva señal de su presencia: la dama joven, que había de ser la última en correr tras el carro infernal, tropezó levemente en la túnica, y dejó caer la antorcha. No la recogió, claro, en natural experiencia escénica, y la llama fue a extinguirse en el último acorde de la orquesta.


“Gracias, gracias”, me dijo Margarita, jadeante todavía ante el público clamoroso. “Me ha dado usted el mejor momento de mi vida”.

“Te ha salido bien” me dijo por única vez mi hermano político Manuel Azaña. Nunca más como entonces, ni en la repetición del año siguiente, con la Electra de Hoffmansthal, ni en otras Medeas en la Plaza de la Armería de Palacio de Madrid, en Barcelona, ni en Salamanca, ni mucho menos en teatros modernos por mucho y más monumentales que sean como el de Bellas Artes de México, la Medea de Séneca de Unamuno tuvo en mi ánimo la complacencia única de mis bodas con el éxito.


Cipriano Rivas Cherif

Una ovación unánime resonó en el Teatro Romano hasta que todos los principales protagonistas subieron a la escena a saludar. Esta fotografía, tomada por Barrera, es la única que se conserva de todos ellos reunidos. De izquierda a derecha: Maximiliano Macías (arqueólogo), Cipriano Rivas Cherif (director artístico), José Ramón Mélida (arqueólogo), Margarita Xirgu (actriz), Miguel de Unamuno (autor), Amalia Sánchez Ariño (actriz), Enrique Borrás (actor) y Alberto Contreras (actor). Al fondo, las dos "hijas" de Medea.

Como conclusión del enorme éxito de esta representación, conozcamos el último testimonio de aquello que hizo Rivas Cherif en la prensa, y que se refería al futuro:
“En vista del éxito de Medea, instituiremos definitivamente una serie de festivales clásicos en el Teatro Romano de Mérida, durante la primera quincena de junio de cada año. Queremos hacer de aquellas ruinas un Salzburgo o una Siracusa.” 

La primera piedra de los Festivales de Mérida había sido puesta.


Fuentes: margaritaxirgu.es / Margarita Xirgu, la primera actriz - Festival de Teatro Clásico de Mérida.

1 comentario:

  1. MERIDEÑO , EMERITENSE y PECHOLATA...

    Asimismo, merideño pervive con emeritense, siendo este último el gentilicio culto de Mérida es emeritense, “pero durante el siglo XVI empezó a triunfar el de merideño, que se conserva en algunos apellidos de personas extendidas por Extremadura y otras latitudes”, aseveró Viudas Camarasa.

    Así, consideró que, si la historia arqueológica ha servido para conseguir este título, es de esperar que el gentilicio merideño, con el que calificaba Antonio de Nebrija a sus habitantes, empiece también a usarse de nuevo y conviva con el cultísimo emeritense, del mismo modo que “puedan volver a convivir las Olallas ( como mí sobrina) con las modernizadas Eulalias”.

    Se oye mucho el apodo de pecholata ( sobre todo ligado al Fútbol), palabra ya inventada por los años 30, para utilizar por quienes somos de Mérida y no descartó que “tal vez se convierta algún día en un nuevo gentilicio para Mérida ”, algo que parte gracias a estas grandes representaciones, gracias a todos esos extras que participaron en las mencionadas, ahora que se cumple el 60 Aniversario.

    ANTONIO CASADO

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