domingo, 15 de junio de 2014

FOTOGRAFÍAS DE MÉRIDA DE JEAN LAURENT

Jean Laurent (1816-1886), fotografo francés afincado en España, dirigió una tienda y un grupo de fotógrafos que captaron imágenes de los principales monumentos y ciudades de España en los años 60 y 70 del siglo XIX. Trabajaba a comisión y comercializando sus propias imágenes, para satisfacer los gustos de las clases altas y de la burguesía de la época, que desarrolló un genuino interés por conocer el resto del mundo y, con ello, un gusto paralelo por el coleccionismo. Fue uno de los más influyentes interpretes de España y Portugal en aquella época, contribuyendo a formar la identidad nacional de estos países.

Las fotografías que exhibimos proceden de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico del Ministerio de Cultura (Puente Romano), de la Biblioteca Naciona de España (Arco, Hornito y Obelisco) y del archivo Ruiz Vernacci del Instituto de Patrimonio Cultural de España (restantes).















1 comentario:

  1. En el siglo XVIII, según el catastro de Ensenada, existían en el lugar cuarenta y
    cinco casas, exactamente las mismas que un siglo más tarde, prueba de la decadencia de
    la ciudad como consecuencia de las crisis económicas que sucedieron a la Guerra de la Independencia.Pero retrocedamos al siglo XVII. Desde la Puerta de la Villa una calzada, que seguía las trazas de otra romana, cuyos restos se hallaron al hacer las obras del parque infantil,
    comunicaba con la iglesia de Santa Eulalia, centro espiritual de Mérida. El Cabildo
    quiso revalorizar el arrabal, como área de expansión de la ciudad, con la construcción de
    algunos monumentos relacionados con la mártir Santa Eulalia. Estos monumentos se fueron
    concretando, a lo largo de la primera mitad del siglo, aprovechando algunas circunstancias
    favorables y oportunos descubrimientos arqueológicos, en tres realizaciones: El
    hornito, el humilladero y el obelisco.

    El llamado hornito de Santa Eulalia, antes de la reforma del primer cuarto del siglo
    XVII, era un simple oratorio pequeño en el que había una imagen de la mártir. Según refiere
    De la Barrera Antón en Estampas de la Mérida de Ayer, (1999), el hornito se inauguró
    el 10 de diciembre de 1612, haciendo coincidir esta fecha con el día de la patrona, y
    costó 510 ducados que se pagaron al maestro Fernando Contreras, no entrando en el precio
    “ni la pintura ni el oro”, refiriéndose al dorado de la verja y del cupulín con escamas
    imbricadas que cubría el segundo cuerpo a modo de linterna.

    Es una capillita barroca, de planta rectangular, a base de sillares que en su interior
    adoptan una forma semicircular cubierta con bóveda de cuarto de naranja que le confiere
    un aspecto de horno. La tradición sostiene, parece ser que sin fundamentos, que el nombre
    de “hornito” se debe a que en el lugar fue quemada la niña Olalla en el acto final de
    su martirio. Lo más relevante es el pórtico que se construyó con mármoles aparecidos en
    las ruinas de la ciudad, entre los que destacan arquitrabes procedentes de un templo dedicado
    a Marte, así lo acreditan sus inscripciones, que fueron comprados a un vecino llamado
    Gabriel de Morales, que los tenía depositados en un cortinal situado en la “Huerta
    de Otero”, al lado de la Alcazaba.

    A finales del siglo XVIII, el testimonio de Antonio Ponz recogido en el tomo VIII
    de su obra Viage de España es descarnado: “ El tal hornito es hoy peor que una caballeriza,
    teniendo franca entrada los puercos, y demas animales inmundos, y cualquiera que
    le dé la gana de servirse para los usos mas hediondos como algunos lo hacen”. Extraña
    esta percepción del estado de abandono de un monumento tan querido por los emeritenses;
    casi con toda seguridad sería una situación excepcional y temporal ocasionada por viajeros
    que transitaban por el lugar que, al quedar apartado del centro de la ciudad, estaba
    más expuesto al vandalismo, hoy en día pasa algo similar, al parecer la evolución a sido poca.

    Casi contemporáneamente al hornito, se mandó hacer en el Arrabal un monumento
    más humilde: el humilladero. Consta únicamente de una peana de mármol sobre la que se
    asienta un pequeño fuste, también de mármol, coronado por una cruz. La inscripción de
    la peana dice: “La ciudad de Mérida mando hazer este humilladero con las limosnas
    Della, de su iurisdición por ser tradición verdadera que la V(irgen) S(anta) Olalla fue
    açotada en una columnaa que en este sitio fue conocida, siendo gobernador D. Luis Manrique
    de Lara. Año de 1612”. El estado de postración de Mérida, en aquellos años, motivó
    que la construcción de un monumento de tan escasa entidad necesitara de la limosna
    de los vecinos de la ciudad y de los de su jurisdicción, es evidente que nuestra ciudad tras siglos queda en pie, gracias a dos elementos por llamarlos así, a mi juicio son, el puente Romano por no quedarnos aislados y su rio Guadiana que tanta sed y hambre sació.

    Antonio Casado

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