La ermita de Cubillana es
uno de los monumentos más desconocidos -e interesantes- del término municipal
de Mérida. Alejado de la ciudad, se sitúa junto al río Guadiana en dirección
sur muy próximo al badén de Torre Mayor.
En la historia de esta
lugar se funden lo histórico y lo mítico, al relacionarse con el famoso
monasterio de Cauliana ubicado con toda seguridad en el mismo espacio. Así, en
la “Vida de los Santos Padres de Mérida”, escrita durante el siglo VII, ya se
alude al mismo. Además Bernabé Moreno de Vargas, en su “Historia de la Ciudad
de Mérida”, señala que a este monasterio llegó, disfrazado, el rey godo D.
Rodrigo, tras la decisiva batalla de Guadalete que en el 711 permitiría la
ocupación de la Hispania visigoda por fuerzas musulmanas.
Pero la mayor parte de los
restos que podemos contemplar hoy son posteriores. Durante el siglo XV se
construyó en este lugar la ermita actualmente existente, que más tarde se
integraría en el cortijo llamado igualmente de Cubillana. Son elementos de
interés actualmente visibles en el entorno de la ermita desde el camino de la
Confederación Hidrográfica que se sitúa junto a ésta: un crucero mutilado o
hito, un aljibe, una fuente y diversas dependencias agropecuarias. Además, por
supuesto, de la propia torre de la ermita, de ladrillo, con crestería del mismo
material y decoración moldurada y de falso sillar muy deterioradas. También es
notable la portada principal de acceso al cortijo, de finales de comienzos del
siglo XIX o comienzos del XX y de tipo historicista.
Según Manuel Garrido
Santiago (“Arquitectura religiosa del siglo XVI en Tierra de Barros, Badajoz,
1983), en 1494, citando fuentes del Archivo Histórico Nacional, la ermita aún
no existía. Ángel Bernal (“Mérida capital y encomienda de la Orden de Santiago
1490-1530”,
Badajoz, 2013) informa que la ermita actual, mandada construir por el rey Juan
II de Castilla en 1495 o por el maestre D. Lorenzo Suárez de Figueroa (según
Moreno de Vargas), no era sólo una ermita sino una alcaidía con un conjunto de
edificaciones de diverso tipo -corral, casa del santero, aposentamiento y
dehesa que se arrendaba, etc.- El alcaide del lugar explotaba también, entre
otros, además de los agropecuarios, los derechos de pesca. Y es este último
aspecto muy interesante, al situarse el conjunto asomado al río sobre un enorme
dique de mampostería (de hecho, una escalera baja desde el cortijo hasta un
pequeño embarcadero en el cauce), siendo esta proximidad infrecuente en el río
Guadiana por sus conocidas crecidas.
Respecto al santuario
actualmente existente, sabemos por el primer autor citado que el mismo se cubre
mediante bóveda y que su elemento más interesante es la portada del perdón,
renacentista, con decoración de veneras de Santiago, columnas corintias y
medallones con bustos labrados en las enjutas del arco de entrada. También
posee atrio y conserva la vivienda del ermitaño, muy transformada.
Además, gracias a una
fotografía del interior del templo que aparece en la obra de Muñoz de San Pedro
“Extremadura, la tierra en la que nacían los dioses” (Madrid, 1961) sabemos que
el mismo se encuentra todo adornado con pinturas probablemente del siglo XVIII.
Desde la orilla opuesta
resulta impresionante la estructura de mampostería sobre la que se asienta el
conjunto, destacando además un bonito mirador realizado con basas, fustes y
capiteles medievales que da al lugar un aspecto romántico y mágico.
Agustín
J. Castaño Fernández
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