La imagen del sexo en la Antigüedad constituye una faceta de esta época tan atractia como desconodia. Desde la Edad Media se impone una visión del periodo precedente donde impera en estas cuestiones el desenfreno y el libertinaje combinados con toda una serie de prácticas consideradas en ocasiones incluso como aberrrantes. Algo habría de cierto, y más en contraste con lo que con posterioridad sucedería. Pero también, junto a una mayor desinhibición ante el desnudo matizada a ciertos ámbitos, habia asociaciones al atributo sexual que nada tenían que ver con el erotismo.
La muestra "Sexo, desnudo y erotismo en Augustra Emerita" puede visitarse en el Museo Nacional de Arte Romano. Nosotros lo hicimos hace unos días acompañados por el Comisario de la Muestra, Rafael Sabio.
En el Mediterráneo, durante la Antigüedad, el pene o falo era el símbolo asociado a un poder mágico. Su sóla presencia permitía
propiciar buenos augurios a quien entrara en contacto con el mismo. Y cuando
no, al menos le protegía contra los males invisibles que la religiosidad
popular ha desplegado ante la mente humana desde tiempos ancestrales. Los atributos sexuales femeninos cobraban una dimensión
diferente al de los masculinos, y el carácter mágico que se les atribuía se
centraba en la cuestión de la fecundidad.
El tabú ante la imagen desnuda del cuerpo humano se halla
especialmente presente en las religiones de sesgo judeo-cristianao. Antes de su
espansión, en el Mediterráneo existía cierta permisividad al respecto, pero no
tanta como suele suponerse, ya que ésta se hacía más patente ante el varón y se
consideraba altamente inapropiada para la mujer dentro del ámbito familiar más
tradicional.
La imagen desnuda, exenta de su carácter mágico o su valor
erótico en ocasiones era tenida casi como algo circunstancial o simplemente
ornamentel. De este modo, las representaciones desnudas o semidesnudas de
varones en contextos diversos se mueven entre lo cotidiano y lo decorativo. El desnudo femenino es más raro y se justificaba sólo en
casos concretos.
El sexo en la Antiguedad podía cobrar dimensiones muy diferentes. Una sería la
conyugal, la más privada e íntima de todas. Pero en oposición a ésta también
existían relaciones extraconyugales, cuya máxima expresión se centra en el
mundo de la prostitución.
A nivel material, es raro que las relaciones sexuales dentro del matrimonio
dejen testimonios de su existencia fuera de manifestaciones de amor conyugal. Por
contraste, el mundo de la pornografía se plasmó sobre multiples soportes,
subsitiendo en pinturas murales y sobre todo en lámparas.
Muy recientemente, Mérida ha brindado el sorprendente pero
enigmmático hallazgo de una lapida de mármol con la representación de una mujer
adulta susceptible de interpretarse como una prostituta de lujo.
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